THINK
DIFFERENT
Sien@
FAMILIA,
Sí
11
Tendencias
ARGUMENTARIO,
IDEAS Y PROPUESTAS PARA NO SER UNO
MÁS no
AÑO V. SUMARIO
¿Sabe
usted argumentar su ideas? Con motivo la manifestación del 18j a favor de la
familia, siempre hay momentos para saber si uno tiene respuestas. Respuestas
para los amigos, para el vecino del quinto o para el periodista de televisión.
Te ofrecemos aquí un resumen de algunos argumentos aparecidos en sien@.
Reflexiones para que los imprimas en casa, los repartas o los lleves al bus.
Simplemente para tener ideas antropológicas o “Modos de Decir Interesantes”
(MDI). Son, como leerás, bocanadas de sentido común, en ocasiones, el menos
común de los sentidos. Un cordial saludo
2. “No hay base científica para adopción por
homosexuales”. Aceprensa,
15 de mayo de 2005
8. “Sin heterosexualidad no hay
matrimonio”. Entrevista a
Ángel Rodríguez Luño, profesor, miembro de la Academia Pontificia para la Vida y
consultor de la Congregación para la doctrina de la Fe. Agencia Zenit, viernes
13 de mayo de 2005
C. LAICISMO, RELATIVISMO,
LIBERTAD
10.“El laicismo está poniendo en peligro la
libertad religiosa”.
Entrevista a la Cardenal Ratzinger, prefecto para la Doctrina de la Fe. El País, sábado 20 de noviembre de
2004
1.“
Ejemplos concretos. Manipulación de las cifras sobre los homosexuales en los
medios”.
Forum libertas.com, viernes 1 de octubre de 2004
No se
corresponden con los datos oficiales del INE las cifras que la agencia EFE y un
sector de la prensa española publican sobre el número de gays y lesbianas que
existen en España y sobre las parejas de hecho homosexuales. Las cifras que publica la agencia EFE y
un sector de la prensa sobre el número de homosexuales y de parejas de hecho
gays-lesbianas que existen en España no se corresponde con la realidad de lo que
aparece inscrito en el censo.
Tal como
informábamos el pasado 28 de julio -basándonos en los datos del INE
presentados por la ministra de Sanidad, Ana Salgado- los españoles que dicen
mantener exclusivamente relaciones homosexuales son sólo el 1 por ciento. Si a
este porcentaje se suma el que declara que ha mantenido este tipo de
contactos en alguna ocasión (que pueden ser también heterosexuales), se
obtiene una cifra del 3 por
ciento.
1.
Según el censo
del INE de 2001, de los poco más de 40 millones
de
habitantes que hay en España, un total de 33.505.967 son mayores de 18 años
(17.262.495 mujeres y 16.243.472 hombres). Basándonos en estos datos oficiales, el 1 por ciento de homosexuales en España es de 335.060
personas y el 3 por ciento significa que hay 1.005.179.
En cualquier caso, ambas
cifras quedan muy alejadas de los 3 millones de gays sobre los que informa EL
PERIÓDICO DE CATALUNYA y de los 4 millones que cita EFE.
2. Por
otra parte, el censo de población del INE señala que hay un total de 10.474
parejas de hecho homosexuales (cfr. www.ine.es: es
interesante y se puede ver por provincias). Por tanto, si en España existen tan
sólo algo más de 10.000 uniones de gays y lesbianas reconocidas, ¿cómo es
posible pensar que al acogerse al matrimonio, que será una posibilidad más
restrictiva que la simple convivencia, se pase de repente en a 3 o 4 millones de
beneficiarios?
Se
trata de un despropósito que sólo obedece a la intención de intoxicar
informativamente exagerando la dimensión del hecho.
La
información falseada
Sorprende
especialmente
que EFE, la
agencia de noticias pública española, no recurra a la fuente oficial del
Instituto Nacional de Estadística (INE) para recabar una información que luego
es reproducida por otros medios de comunicación.
EFE
publica una nota en la que, entre otras cosas, informa de que “serán
beneficiados directos de la medida unos 4 millones de ciudadanos españoles, que
son, según los estudios disponibles que maneja el Gobierno, gays o
lesbianas”.
Ejemplos.
El
Periódico de Cataluña titula en portada que 100.000 parejas gays se casarán con la nueva
ley en los próximos 3 años; y en el interior expone una tabla con
cifras en la que se indica que en España hay 3 millones de gays, un 7,5 por
ciento de la población.
Por su
parte, El País también exagera, aunque con moderación, las cifras al hablar de
que en España hay censadas 14.000 parejas de hecho homosexuales. Y el
ABC (de Vocento), que remite a EFE como fuente, insiste en
los "4 millones de homosexuales" que se beneficiarán de las medidas del
Gobierno.
En
portada el IDEAL GRANADA (de
Vocento), señalaba el pasado viernes a cuatro columnas que “Las asociaciones prevén un boom de
bodas entre los 80.000 gays de Granada” (sic), cuando el censo
del INE de esta provincia señala que existen (exactamente) cien parejas
registradas de homosexuales y lesbianas. Es decir, de doscientas personas hasta
ochenta mil hay un trecho...
En el interior de la noticia, Ideal
()afirma ya que “no hay un censo de gays y lesbianas, ni puede haberlo.
Sería inconstitucional (sic)”, para decir a continuación que -aunque
no hay datos del INE(?)- “se puede hacer un
cálculo que no andará muy desencaminado. Las estadísticas dicen (-¿no
se había quedado en que no podía haber un censo?-) que en la sociedad hay entre un 10 y un 15 por ciento
de homosexuales. La población de Granada supera las 800.000 personas. Es decir,
que como mínimo hay unos 80.000 granadinos gays”. (O sea que de cada
diez personas en Granada, una de ellas, es gay... De cada diez vecinos, uno es
gay. No cuadra. La gente es más normal de lo que algunos
piensan).
En
definitiva, Ideal dice: que no existen unos datos, luego crea unos
hipotéticamente, hace un cálculo sobre ellos (si no hay datos, no hay datos), y
elaborar al final una “posibilidad” que acaba por convertirse en un hecho real y
categórico en portada: “las asociaciones
prevén un boom de bodas entre los 80.000 gays
de Granada”. Es un hecho que en Granada ya existen 80.000
gays...
2.
“No
hay base científica para adopción por homosexuales”. www.aceprensa.com,
miércoles 15 de mayo de 2005
La
pretensión de adopción por parte de parejas homosexuales se ha querido
justificar con estudios que demostrarían que los niños criados en uniones de
este tipo son tan normales como los demás. También en España las organizaciones
de homosexuales y el propio gobierno se han remitido a estos estudios al
presentar el proyecto de ley que permitiría el matrimonio entre personas del
mismo sexo. Pero una lectura atenta deja ver los serios defectos metodológicos
de estos estudios.
No
es posible aquí analizar uno a uno los
documentos remitidos al Congreso por la Federación de Lesbianas, Gays,
Transexuales y Bisexuales (FELGT), por lo que vamos a hacer un
análisis de conjunto de los mismos, poniendo algunos ejemplos particulares a
título de muestra del tenor común de todos ellos. Téngase en cuenta que se trata
de trabajos que se citan unos a otros con permanentes referencias cruzadas para
sustituir con autocitas mutuas la escasa información real que entre todos ellos
manejan.
Los
documentos de referencia se dividen en dos tipos. Unos son resoluciones de la Academia Americana de Pediatría
y otros son trabajos de expertos que aportan información de campo
(estudios de casos reales) y/o valoran la disponible.
Lógicamente,
el valor de un tipo y otro de documentos es distinto: las
resoluciones de la Academia Americana de Pediatría son opiniones, todo lo
académicas que se quiera pero opiniones,
cuyo valor será proporcional al de los datos que las fundamenten. Por tanto, lo
que interesa de verdad es valorar los estudios y no las opiniones de la
Academia. Digamos en todo caso que la citada Academia Americana de Pediatría se
ha convertido en portavoz acrítico del movimiento de gays y lesbianas
estadounidense, de modo que sus resoluciones en esta materia tienen un carácter
claramente ideológico que les resta credibilidad.
Defectos
metodológicos serios
La
doctora española Ana Martín Ancel, especialista en
pediatría, ha elaborado un trabajo sobre el conjunto de estudios tenidos en
cuenta por la Academia Americana de Pediatría. Sus
conclusiones son éstas: "Hoy por hoy, los estudios científicos disponibles son
escasos. Además, en general presentan serios problemas
metodológicos".
Estas
deficiencias metodológicas son las siguientes:
a)
El
número de niños estudiados es tan pequeño que no es científicamente posible
llegar a ninguna conclusión que se pueda considerar
representativa. Así,
entre
todos los trabajos tenidos en cuenta por la Academia Americana de Pediatría
el número de niños estudiados no llega a 300
y en el único estudio existente en España –el del Colegio de Psicólogos de
Madrid y la Universidad de Sevilla– el número de casos estudiados es de
28.
Con
muestras tan pequeñas no es serio pretender llegar a ninguna conclusión sobre
ningún tema,
máxime
si se añaden las deficiencias que señalamos a
continuación.
b)
Tanto
en los estudios americanos como en el español antes citado, los casos estudiados
no son una muestra aleatoria que se pueda considerar
representativa de la
población general, sino
que se estudia a parejas presentadas voluntariamente tras pedir voluntarios a
través de revistas gays y asociaciones de
homosexuales. Esta
forma de seleccionar al grupo a estudiar inhabilitaría cualquier trabajo de este
tipo por no representativo.
c) En
todo trabajo sobre grupos humanos es necesario contar con un grupo de contraste
representativo de la población general, para poder comparar los resultados
obtenidos en el grupo estudiado con los obtenidos en el de contraste. Pues bien,
en todos
los estudios de que hablamos se ha elegido como grupo de contraste a niños que
viven con un padre o madre heterosexual, pero no a niños que viven con un
matrimonio de hombre y mujer.
Se
argumenta a favor de esta opción que los niños que viven con parejas
homosexuales han pasado previamente por la ruptura del matrimonio de sus padres
y por tanto hay que compararlos con niños que hayan pasado por lo
mismo; pero
así no es posible concluir si hay diferencias con quienes viven con un
matrimonio hombre-mujer, cuestión que es la relevante a efectos de decidir sobre
la adopción.
d)
Una
parte muy importante de los niños estudiados son de corta edad, preadolescentes,
por lo que es casi imposible valorar de verdad la influencia en su personalidad
y orientación sexual de la convivencia con
homosexuales.
e)
La
mayor parte de estos estudios no hacen un seguimiento en el tiempo de los niños,
sino que basan sus conclusiones en una entrevista y un
cuestionario. Sin
seguimiento en el tiempo es imposible llegar a ninguna conclusión sobre la
incidencia en la personalidad de los niños de cualquier
situación.
Reservas
no ocultas
Estos
defectos
metodológicos de los estudios valorados por la Academia Americana de Pediatría y
de los enviados al Congreso de los Diputados por la FELGT son evidentes para
cualquiera que lea tales trabajos e incluso son reflejados por los propios
estudios remitidos.
Así,
el
Informe técnico de la Academia Americana de Pediatría de febrero de 2002 (1),
que es uno de los remitidos al Congreso,
dice textualmente al inicio de sus conclusiones: "Las muestras estudiadas, pequeñas y no
representativas, y la relativamente joven edad de la mayoría de los niños
sugieren algunas reservas" sobre las
conclusiones.
Por
su parte el estudio español del Colegio de Psicólogos de Madrid y la Universidad
de Sevilla en sus conclusiones afirma: "No sabemos si estamos estudiando una
muestra que representa al universo poblacional"; y añade: "ni en nuestra
sociedad ni que sepamos en ninguna otra, se dispone de datos fidedignos del
conjunto de familias homoparentales".
Lástima
que, a
pesar de estos reconocimientos de limitaciones, la Academia Americana y los
autores del estudio español se lancen a
sacar conclusiones como si hubiesen estudiado miles de casos,
seguido a los niños durante años y contrastado sus conclusiones
con niños de la misma edad adoptados por matrimonios de
verdad.
En todo
caso, y a pesar de todas las limitaciones enumeradas, sí es posible extraer
algunas conclusiones provisionales de los citados
estudios.
La
doctora Ana Martín Ancel expresa así la principal: "Más relevante es el hecho de
que los datos disponibles sí sugieren diferencias significativas con respecto a
la orientación sexual de los niños que han crecido con padres homosexuales en
comparación con los hijos de padres
heterosexuales".
Y cita a
continuación las conclusiones del estudio
publicado en 1996 por Golombok y Tasker (2) –citado por la Academia Americana de
Pediatría y al que se refieren los trabajos españoles remitidos al Congreso por
la FELGT–, que es uno de los pocos existentes que hace un seguimiento de los
niños estudiados durante un periodo de 16 años:
"Cuando
los niños eran pequeños, no encontraron ninguna diferencia entre los hijos de
lesbianas y los hijos de mujeres heterosexuales divorciadas que vivían solas; 46
de aquellos niños fueron seguidos hasta el inicio de la edad adulta (edad media
de 23,5 años) y las investigadoras encontraron entonces una incidencia
significativamente mayor de relaciones homosexuales entre los que habían crecido
con madres lesbianas (24%), comparados con los que habían crecido con madres
heterosexuales (0%)".
También
aporta la Dra. Martín Ancel el dato de que otro de los estudios que
cita la Academia Americana de Pediatría –el de
Bailey y colaboradores, publicado en 1995, tras estudiar a 75 jóvenes adultos de
entre 17 y 43 años, hijos de padres homo o bisexuales (3)–
se
encontró con que "el 9% de ellos eran homo o bisexuales, mostrando
una tasa de homosexualidad mayor de la sugerida por estudios poblacionales, que
puede encontrarse alrededor del 1% en adolescentes estadounidenses y alrededor
del 3,7% en adultos británicos".
Estos
datos que
aporta la Dra. Martín Ancel no
son desconocidos para los estudios remitidos al Congreso de los Diputados, pues
en ellos se hace referencia a los estudios de Golombok y Tasker y de Bailey.
Además, el citado informe de la Academia de febrero de 2002 dice textualmente:
"La mayoría de ellos –hijos
de madres lesbianas– experimentó
por lo menos una relación breve con alguien del mismo
sexo".
Por su
parte, el trabajo de Frías Navarro, Pascual Llobet y Monterde Bart de la
Universidad de Valencia presentado en 2004 al V Congreso Virtual de Psiquiatría
y remitido también al Congreso de los Diputados afirma: "Los niños criados en
una familia de madres lesbianas habían explorado en mayor medida relaciones con
personas del mismo sexo".
El único
estudio español
En
España, el único estudio de campo sobre niños educados por parejas de personas
del mismo sexo que se cita –también enviado al Congreso– es el realizado por el Colegio de Psicólogos
de Madrid y la Universidad de Sevilla, por encargo del gobierno autonómico de
Madrid, que lleva por título "Dinámicas familiares, organización de la vida
cotidiana y desarrollo infantil y adolescente en familias homoparentales"
(4).
Este
estudio adolece de todos
los defectos metodológicos antes enunciados y su análisis nos puede servir para
hacernos una idea de cómo son estos estudios y de la solvencia de sus presuntas
conclusiones.
Las
parejas y niños estudiados fueron voluntarios que se presentaron al equipo de
estudio a través de anuncios en revistas y librerías gays y a través de las
asociaciones de gays y lesbianas de Madrid y Andalucía. Su representatividad es,
en consecuencia, perfectamente cuestionable. ¿Alguien admitiría estudiar la
realidad de las familias cristianas en España sólo a través del análisis de los
voluntarios que presentase el arzobispado de Madrid o se acusaría de sesgado al
estudio?
Han
sido estudiadas 28 "familias":
16
de lesbianas
que
conviven con hijos tenidos de matrimonios anteriores de ellas mismas, 10 de
lesbianas y gays que tuvieron hijos por inseminación artificial (5) o por
adopción (5) y 2 más que ni siquiera tenían la custodia de su hijos pero los
veían a diario. De estas 28 "familias", sólo 14 eran biparentales, es decir,
sólo en 14 casos el menor convive con dos adultos del mismo sexo y en todos
ellos se trata de lesbianas (o sea, no se estudia ningún caso de convivencia del
niño con dos homosexuales varones).
Del
total de los 28 casos estudiados, 21 son lesbianas y 7 gays y su nivel económico
y cultural es muy superior al de la media de la población, como reconoce el
propio estudio.
Todos
los niños objeto de estudio son menores de 16 años porque los autores excluyeron
de su trabajo a los mayores de esa edad. ¿Por qué? ¿No les
interesaba acaso explorar su orientación sexual? En el grupo de contraste priman
las familias monoparentales y reconstituidas sobre las biparentales, con lo que
resulta imposible saber qué diferencias habría con niños que conviven con su
padre y madre naturales o adoptivos.
Expresamente
afirman
los autores del estudio que "a los niños estudiados se les ha visto una sola
vez". Es decir, no hay ningún seguimiento en el tiempo de los
menores.
Viendo
los cuestionarios que se usaron y acompañan al estudio se puede comprobar que no
se les hace ni una pregunta sobre su orientación sexual; este tema no parece
interesar a los psicólogos de Madrid y Sevilla.
A
la luz de estos datos sobre la metodología y la muestra estudiada es imposible
sacar ninguna conclusión que sea científicamente homologable para afirmar
nada sobre
si la convivencia con dos homosexuales tiene incidencias negativas o no en la
personalidad del niño. Podemos concluir de los anteriores datos que
no
hay ninguna certeza, a la luz de los propios estudios que gays y lesbianas –y el
gobierno– manejan como más favorables a sus
posturas, de que
dar niños en adopción a parejas homosexuales no sea pernicioso para los menores.
Por
lo tanto, dado que no se debe experimentar con los menores, es claro que el
proyecto de ley que va a abrir las puertas a estas adopciones es como mínimo
irresponsable.
El
informe clave
Reproducimos
parte del capítulo "El debate sobre la adopción", de la monografía
"Homosexualidad, matrimonio y adopción" (5).
Aunque
existen otras muchas fuentes, el informe técnico de la Academia Americana de
Pediatría, La
adopción por parte de co-progenitores o segundos progenitores del mismo sexo
[ver nota 1 del artículo anterior] ha venido constituyendo el argumento central
de la adopción por parte de parejas homosexuales.
Ante
este estudio con razón se han venido dando objeciones en
cuanto a los datos manejados y críticas referidas a las conclusiones a las que
llega. Las
razones fundamentales son las siguientes:
a)
El
estudio parte de considerar que en Estados
Unidos existen entre 1 y 9 millones de niños que tienen un padre o madre
"gay-lésbica". La imprecisión, la variación del universo, es excesiva como
evidencia una proporción de 1:9. Por
otra parte, se desconoce en qué proporción estos niños viven con parejas
homosexuales, y cuáles no.
b) La
diversidad de fuentes y heterogeneidad de las mismas. El informe utiliza
trabajos ya realizados de naturaleza muy distinta y que no son, en términos
científicos, homologables entre sí.
c)
El
reducido número de niños estudiado, poco más de 300 en
total, procedente de muestras todavía más pequeñas. Claramente, es un grupo
demasiado reducido sobre un universo mínimo de un millón de
casos.
d) La
nula
representatividad de las muestras. No ha
existido ninguna aleatoriedad en su confección, sino
que han sido compuestas en muchos casos por
"grupos simpatizantes" de los homosexuales o a
través de centros de técnicas de reproducción asistida. No sólo no existe
aleatoriedad, sino que el sesgo es muy grande en relación al conjunto de la
población con padre o madre homosexual. Una consideración que nos puede hacer
reflexionar sería esta: ¿se aceptarían estas muestras, en cuanto a dimensión y
características, para determinar la intención de voto o la opción de compra de
una población sobre un público objetivo de un millón de personas? La respuesta
es no, en ningún caso. Para llegar a conclusiones válidas, deberíamos referirnos
a una única muestra, y no a una suma de varias, cuya dimensión mínima fuera de
600 entrevistas y, sobre todo, que tratara de casos elegidos aleatoriamente
entre el universo que se quiere representar.
e)
La
edad de los hijos. Excepto en dos casos, la edad de los hijos era demasiado
temprana como para poder deducir comportamientos sexuales definidos. Demasiado
pocos, demasiado jóvenes, demasiado poco tiempo. Son muchos
demasiados.
f) El
detalle de los estudios utilizados [ver tabla]. Por todo lo dicho,
no
resulta comprensible que el citado informe se convierta en una especie de Biblia
de la adopción.
___________________
(1)
American Academy of Pediatrics, 2002. "Coparent or Second-Parent Adoption by
Same-Sex Parents". "Pediatrics"
109(2): 339-340 (febrero) (disponible en
http://aappolicy.aappublications.org/cgi/content/full/
pediatrics;109/2/339).
(2)
Golombok, S. y Tasker, F., 1996. "Do
Parents Influence the Sexual Orientation of Their Children? Findings >From a
Longitudinal Study of Lesbian Families". "Developmental Psychology" 32(1): 3-11
(enero).
(3)
Bailey, J.M., Bobrow, D., Wolfe, M. y Mikach, S., 1995. "Sexual Orientation of
Adult Sons of Gay Fathers". "Developmental Psychology" 31(1): 124-129
(enero).
(4)
González Rodríguez, M.M., Chacón Manrique de Lara, F., Gómez, A.B., Sánchez,
M.A. y Morcillo, E. Estudios e Investigaciones, 2002.
Madrid.
(5)
Josep Miró i Ardèvol, Centro de Estudios de la Realidad Social, Serie
Monografías nº 1, Fundación Universitaria San Pablo-CEU, 2005, 149
págs.
3.
“La
confusión matrimonial”. Artículo
de Juan Luis Lorda, profesor de Antropología de la Universidad de Navarra,
martes 10 de mayo de 2005
Se
hacen bromas y se dicen cosas injustas del Presidente de Gobierno. Pero ha planteado
la cuestión del matrimonio gay de una manera inteligente y
eficaz.
1.
Como si se tratara de un deber moral:
para resolver una discriminación injusta. De aquí se deduce la
urgencia de ponerle remedio. Y también que los que se oponen o nos oponemos, somos unos
desaprensivos. Este argumento, suficientemente repetido, ha
llegado a la calle, ha convencido y se ha llevado el gato al agua. El único
problema es que es falso.
En
un sistema democrático, la igualdad de todos los ciudadanos se refiere a los
derechos básicos. No se
puede tolerar que se insulte a una persona, que se le impida entrar en un
espacio público o que se le discrimine a la hora de cubrir un cargo por razón de
sexo, de raza o cualquier otra. El Estado -y todos nosotros- tiene que luchar
seriamente contra la discriminación. En todos los casos, con la misma firmeza y
con un sentido del equilibro. No
sea que, por chillar más, algunos acaben siendo más iguales que otros, como en
la granja de Orwell.(MDI)
2.
Todos los hombres somos iguales en lo fundamental y no se
pueden establecer discriminaciones en los derechos fundamentales.
Pero
todos los hombres somos distintos en casi todo lo
demás.
Y
las leyes, para ser justas, tienen que distinguir.
Se
hace una ley
para los equipos de fútbol y otra para los cuerpos de bomberos; una para
los corredores de comercio y otra para los vendedores ambulantes.
(MDI)
Distinguir no es discriminar. Es hacer justicia a la realidad.
3.
Durante muchos años, los grupos gay -que no
representan a todos los que pueden sentirse homosexuales- han
hecho campaña para que se reconociera su
derecho a ser diferentes. Y han montado el día del orgullo gay
precisamente para hacer presión.
Ahora
los
mismos grupos gay que reivindican la diferencia, quieren reivindicar la igualdad. Tienen que
aclararse. Si son diferentes desde el punto de vista sexual,
necesitan una ley sexual diferente.
4.
Hay
que respetar a todos, pero también hay que pedir respeto. No se debe ceder a
presiones de las minorías que quieren ser más iguales que los
demás.
Porque ahora quienes no tienen derecho a ser diferentes son los matrimonios de
hombre y mujer.
5.
Para el Estado todo
va a ser lo mismo. Y va a obligar a
todos, a los ayuntamientos, a las parejas y a los
educadores, a comulgar con esta rueda de
molino. A un
niño no se le podrá explicar en el colegio que un matrimonio de hombre y mujer
es diferente que la unión de dos personas del mismo sexo. No se va a poder
tratar de distinta manera ni decir que es distinto lo que obviamente es
distinto. Como en el cuento de la tela invisible y el rey desnudo.
6.
Quien crea que el matrimonio consiste en un pacto privado para convivir e
intercambiar favores sexuales, quizá no aprecie las
diferencias.
Incluso puede sugerir que conviene ampliar la fórmula. Porque no está claro por
qué tienen que ser dos y no tres o una comuna. Esto sin hablar de otros
experimentos austríacos.
Pero
quien sepa lo que es un matrimonio y tenga conciencia de su valor biológico,
psicológico y social, sí que sentirá la diferencia.
Y esta equiparación le parecerá un despropósito al que es un deber
oponerse.
7.
Porque la unión conyugal de un varón y una mujer
tiene un claro significado biológico, reproductivo, psicológico y social.
Responde exactamente a la biología de la
reproducción humana
y a la estructura misma de los órganos sexuales. Es el modo como se originan naturalmente los nuevos
ciudadanos. Y pone
en juego fuertes resortes psicológicos naturales de paternidad y maternidad, que
benefician a los hijos.
8.
Por eso mismo, el matrimonio no es una cuestión sexual privada entre dos, sino
una institución del máximo interés social.
La
palabra "matrimonio" viene del latín matri munus que significa
literalmente el "oficio de la madre". Este oficio consiste en engendrar en su
seno, dar a luz y criar a los nuevos ciudadanos.
Esta
es la clave del derecho matrimonial y evidentemente no tiene nada que ver con
las uniones homosexuales. Desde
tiempo inmemorial, el derecho matrimonial trata de garantizar que los nuevos
ciudadanos nazcan en condiciones dignas y estén claras las responsabilidades
para su cuidado, alimentación y educación. Encauza fuertes resortes naturales y
con eso, protege el futuro de todos.
9.
Todas las demás relaciones sexuales tienen un carácter privado y se deben
regular de otra manera. La unión
homosexual no tiene ni va a tener nunca el significado
biológico,
reproductivo,
psicológico y social que tiene el matrimonio natural. Por eso, necesita un
tratamiento distinto.
Y,
si quieren una ley, necesitan una ley distinta.
10.
Quienes defendemos el matrimonio natural y genuino,
no somos unos desaprensivos ni discriminamos a nadie. Al contrario, protegemos los derechos de algo
distinto, como es el pacto conyugal de varón y
mujer. Quienes defienden los parques
naturales, quieren preservar la naturaleza tal como es. Quienes defienden las
denominaciones de origen, protegen los productos tradicionales.
(MDI).
Hay mucha gente que trabaja para preservar las especies naturales o para
difundir un modo de vida o una alimentación natural. Con mucha más razón, quienes
defendemos
el matrimonio natural y genuino prestamos
un gran servicio a nuestra sociedad.
11.
El gobierno ha actuado de una manera inteligente para sacar adelante su ley.
Pero también ha actuado de una manera
antidemocrática.
Porque va directamente contra el espíritu de
la democracia alterar las bases de la sociedad sin una consulta
pública.
12.
No hay ley más básica ni institución más central de la vida social que el
matrimonio. La clase política no tiene mandato ni autoridad para semejante
alteración, aunque se lo permitan las leyes. Porque nos jugamos el
futuro.
4.
“Un
ejemplo: Sobre el preservativo: Yo trato de resolver un problema en el origen
del problema, no en su conclusión”.
Entrevista a Joaquín Navarro-Valls, director de la Oficina de Prensa del
Vaticano, en La Vanguardia, viernes 21 de enero de
2005
El
portavoz del Vaticano afronta la polvareda levantada en torno al
preservativo
La
Iglesia católica en España ha vivido dos jornadas de vértigo.
Diría al respecto dos cosas. Una: el tema ha sido ya aclarado por
la Conferencia Episcopal Española en sólo 24 horas. Y dos: personalmente, cuando
alguien me plantea ese asunto, tiendo a decirle: «Mire usted, ese artilugio me interesa poco». En cambio,
podemos hablar en profundidad sobre antropología humana y antropología de la
sexualidad humana. Por desgracia, el razonamiento sobre esos aspectos se ha
depauperado tanto que, al final, se ve en ese artilugio la única solución, y
eso no es abordar el problema en su
origen. Yo trato de resolver un problema en el origen del problema, no en su
conclusión.
¿Cuál es para usted el tema de fondo, entonces?
El tema de fondo es:
¿qué es el amor humano entre un hombre y una mujer? Hablemos de eso. Segundo: ¿qué sentido
tiene la sexualidad humana? Hablemos de eso.
Cuando la sexualidad humana
se desvincula del amor humano y de la procreación, entonces queda la sexualidad
humana como una variable independiente, y no se sabe qué hacer con ella, porque
no está ligada a nada.
La sexualidad humana tiene un sentido,
y no estoy hablando como católico, sino
con una visión antropológica pre-cristiana.
Hay
que estudiar la sexualidad humana en el contexto de qué es un ser humano, y
sobre todo, de qué ocurre cuando un ser humano se pone en relación con otro ser
humano. Pero si se aborda la sexualidad
humana como una variable independiente que no está ligada a nada: ni a la
fidelidad, ni al amor, ni a la procreación, ... el resultado es un caos moral, y
un caos antropológico.
Pero,
¿qué ocurre cuando se introduce la variable enfermedad?
Cuando
ejercía como médico (psiquiatra), se hablaba también de eso. En aquellos años se
planteaba con otras características, pero viene a ser lo mismo: analicemos todo
el problema, no solamente una parte. Si usted me dice que tiene dolor de cabeza,
no voy a limitarme a darle un analgésico; trataré de ver de dónde viene ese
dolor de cabeza. Quizá el paciente te pide que le des un analgésico, pero
resulta que, en realidad, le está creciendo un tumor. Hay que estudiar los
problemas en su conjunto. No censuro la discusión que se ha abierto estos días en
España, pero el tema de fondo es de antropología, del sentido de la
sexualidad. E, insisto, más que un tema moral o ideológico es un tema
antropológico.
5.
“Concepción
antropológica, no ideológica. Incluso cuando la opinión ideológica también
defiende la Cultura de la vida: El político
de izquierdas
italiano Sergio Moratella declara su perplejidad en la revista Europa, ante el proyecto español de
considerar matrimonio las uniones homosexuales”.
www.aceprensa.com, miércoles 20 de octubre de 2004
Mattarella,
del bloque italiano de Izquierdas, señala en esta revista que la tolerancia
hacia las opciones vitales de cada uno no puede traducirse en equiparación o,
menos aún, identificación entre el matrimonio y cualquier tipo de relación, pues
se trata de realidades muy diferentes. El proyecto del gobierno Zapatero
“despierta estupor y profunda preocupación por su brutal demolición del
concepto de
matrimonio, concepción que sería reductivo calificar de tradicional,
pues se trata
de la que siempre se ha considerado natural”.
“Se puede estar a favor o en contra del
matrimonio, pero es imposible eliminar su esencia, anulando la convicción de que
lo característico del matrimonio es la relación estable entre un hombre y una
mujer. No se trata
de trasladar a la legislación estatal convicciones y preceptos religiosos, que
pertenecen a otra dimensión: lo que aquí está en juego no es la concepción
cristiana –que, para los creyentes, confiere al matrimonio un suplemento de
significado y de valor– sino la natural”.
“Sorprende, en el proyecto de Zapatero, que se prescinda de lo
específico masculino y femenino en el matrimonio, elementos insustituibles que,
para que sean tales, solo se pueden expresar en la relación conyugal entre un
hombre y una mujer: y eso, obviamente, solo se da entre personas de
distinto sexo”.
El
político italiano agrega que “ante la toma de conciencia que crece en Europa
sobre la natalidad y el papel de la familia como factor de cohesión y de
solidaridad social, las posiciones del gobierno español asumen objetivamente un
significado de retroceso”.
Otro motivo de
estupor es que un gobierno socialista
adopte una ley que evoca “el fundamentalismo individualista”. “Una
cultura política que se basa en una visión solidaria en la vida social, para ser
coherente debería temer la exasperación del individualismo; sin embargo, la
norma propuesta es una expresión plena de este individualismo, tributario de una
cultura política muy diferente. En realidad, en toda circunstancia en que las
posturas políticas se basan en intransigencias ideológicas, se produce confusión
y, por desgracia, dominan las posiciones más extremas, las más radicales, las
menos atentas a la realidad, a la vida y a su
sentido.
6.
“Contra
la naturaleza, el BOE”.
Artículo de
Álvaro
Delgado-Gal en ABC, domingo 1 de mayo de 2005
La
aprobación por el Congreso del matrimonio homosexual ha devuelto vigor y
actualidad a un asunto que
desconcierta a muchos y apasiona a
todos
Celia
Villalobos, diputada por el PP, ha roto la disciplina de partido y ha votado la
ley afirmativamente. Por el lado opuesto nos encontramos también con
disidencias, ahora de signo inverso. Verbigracia, la de Francisco Vázquez,
alcalde socialista de La Coruña.
Un antropólogo marciano
que hubiese aterrizado de pronto en nuestro planeta, inferiría de todo esto que
existe un conflicto profundo, y que los parciales de uno y otro bando
saben perfectamente las razones por las que se hallan enfrentados. Pero saldría chasqueado, porque no se está
oyendo nada de sustancia.
Permítanme
que acuda primero al runrún que llega desde la izquierda. La postura progresista
está bien resumida por Zapatero. Hace unos días, el Presidente miró a los ojos a
no sé quién y le espetó algo que suena más o menos como sigue: «¿Tendría usted corazón para negar a los homosexuales
la igualdad de derechos?». La escena es convincente, cinematográficamente
hablando. Es incluso intimidante. ¿Cómo negar, en efecto, la igualdad de
derechos a un colectivo víctima durante siglos del prejuicio social? Pero,
¡cuidado! En contra de lo que se dice, no es verdad que una imagen valga por mil
palabras. Las imágenes fascinan, no razonan, y con frecuencia son peor que
nada. (MDI)
En orden a comprobar este punto, repitamos la escena. Un gobierno, el que fuere,
ha propuesto una ley que permite el matrimonio entre hermanos. El presidente
fija sus pupilas en las pupilas de su antagonista, y le espeta: «¿Tendría usted
corazón para negar a los hermanos la igualdad de
derechos?».
La
respuesta es que sí, y con fundamento. Los hermanos no deben casarse por motivos
múltiples, en los que no voy a entrar aquí. ¿Viola ello la igualdad de derechos?
Quien se
formule la cuestión en términos de igualdad de derechos, y no vaya más allá,
está evidenciando que desconoce por completo de qué va el negocio. El ejercicio
de un derecho en condiciones de igualdad no es un principio que quepa entender
en términos abstractos. El principio sólo cobra sentido cuando se incrusta en un
contexto determinado. Sucede esto, por ejemplo, con la
propiedad. La igualdad de derechos en el uso de la propiedad garantiza ciertas
cosas, no otras. No garantiza que un bebé huérfano y heredero pueda disponer
libremente de su propiedad. O que el accionista mayoritario de una central
nuclear esté autorizado a disponer de la central como de una tarta de
cumpleaños, que se puede dividir o trocear sin que pase nada. El principio
igualitario,
desanclado de otras consideraciones, es
pura declamación, cuando no pura
demagogia.
Estas reflexiones deberían colocar el
testigo en manos de quienes censuran el matrimonio homosexual. Los opuestos al
matrimonio homosexual tendrían la oportunidad de explicar su concepción del
matrimonio, y las consideraciones que en vista de esa concepción desaconsejan
que puedan casarse entre sí personas del mismo sexo. Lo sorprendente, es que la facción
conservadora no termina de dibujar una estrategia argumentativa eficaz.
El
marciano de marras constataría que los argumentos más frecuentes son, o
circulares, o vacíos. Por poner un ejemplo: Francisco Vázquez ha dicho que el
D.R.A.E. define el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. De
acuerdo. Pero si éste es el problema, no hay problema, puesto que nada impide
que la Academia de la Lengua, en su próxima edición del diccionario, redefina el
matrimonio como la unión entre dos seres humanos, sin que importe su sexo.
Muerto el perro, muerta la rabia. Resultaría, al final, que todas las
dificultades se han resuelto mediante un arbitrismo
lingüístico.
¿Por
qué los conservadores argumentan tan
mal? La causa reside en el hecho de que no se
atreven a enunciar lo que piensan realmente.
Lo que de verdad piensan, es
que el matrimonio integra la sanción social de un hecho previo y natural: la
reproducción. Sin sexos distintos no hay reproducción, y en consecuencia el
matrimonio homosexual es una farsa
grotesca.
Es
la negación de la naturaleza lo que irrita al conservador, no la protección
legal de uniones que toleraría gustoso mientras no sean equiparadas con las
uniones heterosexuales. Pero hablar de lo que es natural choca con los lugares
comunes contemporáneos, conforme a los cuales la biología es determinismo, y por
lo mismo, algo sospechosamente antidemocrático.
La democracia, en otras
palabras, ha declarado la guerra a la naturaleza, a la que enmienda la plana a
través del BOE. La situación, en cierto modo, es absurda. Pero es la que es, y
la que deja en minoría moral al conservador. De ahí las vacilaciones de éste. De ahí sus
circunloquios, y su elocución oblicua y
balbuciente.
7.
“No
puede ser en derecho lo que no es por naturaleza”.
Artículo de Rafael Termes, académico de la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas. El País, miércoles 27 de octubre de
2004
Desde
antes de las elecciones del 14-M, los partidos que posteriormente han formado
gobierno o le apoyan, en sus programas electorales anunciaron el propósito
de legalizar el que llaman
matrimonio entre personas del mismo
sexo. Un vez constituido el Gobierno, pensando en contar con el respaldo de
parlamentario de los partidos que le sostienen en la reunión del Consejo de
Ministros de1 de octubre de 2004, aprobó un anteproyecto de la ley reguladora
del susodicho propósito, que ha de ser discutido en trámite parlamentario para
su aprobación o rechazo.
Tanto antes como después de este paso la
Conferencia episcopal española y numerosos obispos en sus respectivas diócesis
han declarado que el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, ni es
matrimonio ni puede ser legalizado sin afectar la bien común de la sociedad
española, causando sobre todo un daño profundo a la familia como institución.
Esta postura no debería haber extrañado a
nadie, ya que responde a la doctrina y a la praxis del depósito de la fe
cristiana que los obispos tienen le deber no sólo de custodiar, sino de
propalar, utilizando el derecho a la libertad de expresión que la Constitución
garantiza a todos los ciudadanos.
Sin
embargo, tanto los portavoces del Gobierno
como determinados colectivos han considerado que la declaración episcopal
constituía una ofensiva frontal
contra el Gobierno, añadiendo que se trata de un ejecutivo legítimo
salido de las urnas, con facultad de legislar sin atenerse a lo que piensen o
digan los obispos. El argumento en
que se basa esta reacción es el usado habitualmente por los progresistas, cuando en temas como el
divorcio, el aborto, la eutanasia y, ahora, el matrimonio, afirman que los
católicos no pueden pretender imponer al común de la sociedad lo que es
exclusivamente propio de su confesión religiosa. Lo cierto es
que la Iglesia, como cualquier otra persona o entidad, puede proponer lo
que tiene por verdadero y deseable, confiando en que la verdad, que no debe
imponerse por la fuerza, se impondrá por la fuerza de la
verdad.
Pero
es que en
el caso que nos ocupa,
como en el del aborto y la eutanasia, la oposición a la legalización de un
pretendido matrimonio entre personas del mismo sexo no
necesita descansar en la doctrina de la Iglesia católica, sino que se apoya
en argumentos antropológicos compartidos por personas de otras religiones,
agnósticos o ateos.
Y
en estos términos, sin
apoyarme en la fe cristiana,
que desde luego confieso, digo que,
de
acuerdo simplemente con la recta razón, desde el principio de la sociedad
humana, con datos que se retrotraen a más de 5.000 años, en todas las culturas,
el verdadero matrimonio, sea religioso, civil o meramente natural, ha sido
definido como la unión entre un hombre y una mujer,
en orden a la procreación, y que la unión sexual entre dos hombres o dos mujeres
no puede igualarse en derecho al verdadero matrimonio.
La
razón antropológica, política y social es que las uniones entre personas del
mismo sexo no están en condiciones de asegurar la procreación y la
supervivencia de la especie humana, cosa que sí ocurre con el
matrimonio que, gracias a la posibilidad de engendrar hijos, se
constituye en el fundamento de la familia que asegura la supervivencia
de la sociedad.
Es
cierto que en determinadas épocas y en determinadas culturas, como la
sumeria y la babilónica, han existido, y siguen
existiendo,
entre los musulmanes, por ejemplo, formas
matrimoniales de naturaleza Poligámica
-un hombre con varias mujeres-; como también han existido las de naturaleza
Poliándrica-una mujer con varios hombres-. Pero
jamás, en ninguna cultura, se ha considerado matrimonio la unión entre
personas del mismo sexo.
Las relaciones homosexuales que, desde luego, no han faltado nunca, siempre
y en todo lugar han sido tenidas como contrarias a la naturaleza y siempre se
las ha considerado incapaces de ser reguladas como matrimonio en el
ámbito del derecho. Sólo recientemente, cediendo a la presión del
"orgullo gay", que, desde hace poco, ha salido de la discreción en que la
homosexualidad se había mantenido, algunos pocos países occidentales
han legalizado la posibilidad de que parejas del mismo sexo contraigan
matrimonio.
Pero
estas leyes, propiamente hablando, no son leyes, sino corrupción de ley,
porque, en sana filosofía, con antecedentes que se remontan a Platón o
Aristóteles, que, por haber vivido varios siglos antes de Cristo no eran
cristianos,
la ley es la ordenación racional para el bien común, promulgada por quien tiene
potestad para ello. Y la ley que
otorga la condición de matrimonio a la unión de dos personas del mismo
sexo, no está inspirada en la recta razón, sino que va contra la
naturaleza; no produce el bien común sino que,
para
dar satisfacción a un reducido número de personas, perjudica la
verdadera institución matrimonial
a la que se acogen la mayoría de los ciudadanos y que, a consecuencia de dicha
ley, queda relegada a una mera darse de matrimonio; y, finalmente, no está
promulgada por quien tiene potestad para ello, porque ningún Parlamento,
aunque fuera por unanimidad, tiene potestad para legislar en contra de la
ley natural, reconocible, por la recta razón, en el propio ser del hombre.
De
aquí que el artículo 32 de nuestra Constitución, de acuerdo con la antigua y muy
respetable tradición, diga que "el hombre y la mujer tienen derecho a
contraer matrimonio con plena igualdad jurídica", lo cual, a juicio de
numerosos civilistas de reconocido prestigio, y no precisamente de
derechas, significa que la Constitución exige que el matrimonio sea
heterosexual y que legalizar el matrimonio homosexual seria legislar contra
la Constitución. Por ello, es sospechoso, por lo menos, que el Gobierno
pretenda eludir la preceptiva, aunque no vinculante, consulta al Consejo
Superior del Poder Judicial sobre el proyecto de matrimonio
homosexual.
Aunque
la opinión pública no constituya una prueba del error insisto en las leyes que
consideran matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo la verdad
es que estas leyes, al revés de lo que se dice, en el fondo no gozan del favor
de la opinión pública. En Suecia en abril el Parlamento constituyó una comisión
para estudiar la posibilidad de que los homosexuales pudieran casarse,
estableciendo que los ciudadanos podían dirigirse a la comisión para
expresar su opinión. La mayoría de los que lo han hecho están en contra.
Casi 40.000 personas han enviado mensajes de correo electrónico pidiendo que se
mantenga el concepto de matrimonio como unión entre un hombre y una mujer.
En los Estados Unidos el "matrimonio homosexual" pierde cuando se somete a
plebiscito. Son ya seis los Estados de ese país donde se han aprobado
enmiendas para expresar que sólo es matrimonio la unión entre un
hombre y una mujer. Y son veinte los Estados que están en trámites
para pedir al Congreso que apruebe una enmienda federal que prohíba el
matrimonio entre homosexuales.
Y
en España, ¿qué sucede? Pues que, a consecuencia del pensamiento débil que
ha desembocado en la postura "políticamente correcta", si se pregunta a la
gente, no son pocos los que, pensando que es algo que no les afecta
directamente, contestan que el matrimonio entre homosexuales les parece
bien, aunque generalmente se manifiestan en contra de la adopción de niños por
parte de parejas del mismo sexo. Sin embargo, si profundizando en el tema
se formula una segunda pregunta para saber cómo verían que uno de sus hijos
optara por el pretendido matrimonio con otra persona del mismo sexo, la
respuesta es que para el encuestado este hecho supondría un serio disgusto.
Evidentemente, al lado de los que aceptan el proyecto, hay numerosos
grupos, altamente calificados, que luchan, hasta llegar si es posible a la
iniciativa legislativa popular, en contra del proyecto en
trámite.
El
error de las personas que, en aras de lo
políticamente correcto, aceptan la legalización del matrimonio
entre personas del mismo sexo es que piensan que es algo que no va con ellos; no
van a usarlo. Pero lo importante no es que sean más o menos los que lo
usen; lo importante es que la legalización del matrimonio entre
homosexuales, ataca al verdadero matrimonio y a la larga acabaría por
destruirlo,
en el sentido de que cada vez serían menos lo que se casan. Estudios
estadísticos llevados a cabo en Escandinavia prueban que existe una relación
directa entre la crisis de la institución del matrimonio y la aceptación
del "matrimonio homosexual" por el ordenamiento
jurídico.
En
vez de favorecer la vuelta en bloque de la sociedad a la institución del
matrimonio, el "matrimonio homosexual" en Escandinavia ha enviado a
los hogares el mensaje de que el matrimonio está pasado de moda, y que
prácticamente cualquier forma de familia -incluida la paternidad fuera del
matrimonio- es aceptable. Es lógico que así sea: una vez que el "matrimonio
homosexual", donde está legalizado, ha destruido la relación entre
matrimonio y paternidad, la gente acaba pensando que no vale la pena
casarse, máxime si como también pretende el Gobierno socialista en España,
el "divorcio rápido" reduciría el matrimonio a la categoría del
contrato civil menos protegido o más
devaluado.
Todo
esto no obsta para sostener que las personas homosexuales, como los
demás ciudadanos, tienen el derecho a recurrir al Código Civil para
establecer, entre ellas, el convenio que mejor asegure sus intereses Lo que
sucede es que los grupos de presión homosexuales, que saben perfectamente que
esta posibilidad es suficiente para los fines económicos y jurídicos de
todo orden, no se conforman con ello y pretenden que se les otorgue acceder
al matrimonio, al que por ley natural no tienen ningún derecho, para de
esta forma conseguir un elevado grado de aceptación social. Lo cual, dicho
sea de paso, no hace sino resaltar el valor de la institución
matrimonial.
Ante
todo ello, cuando el proyecto de ley que pretende equiparar al
matrimonio las uniones homosexuales llegue a las Cortes, los diputados y
senadores no pueden pensar que se trata de algo sin mayor importancia porque,
aunque la ley se apruebe, nadie estará obligado a utilizarla y sólo
afectaría a quienes lo hagan. Y no pueden pensarlo, porque, como
hemos visto, esta ley, a través del ataque al verdadero matrimonio,
causaría un gran daño al bien común. Por ello, los parlamentarios llamados a votar, tanto si son
católicos como si no lo son, tanto si practican alguna otra religión
como si no lo hacen, tanto si son creyentes como si son agnósticos, si son
de verdad humanistas, deben votar en contra del proyecto ya que votar a
favor es ir en contra de la ley natural, de acuerdo con cuyos
principios tanto la historia como la recta razón ponen de manifiesto que el
matrimonio sólo puede ser contraído por personas de distinto
sexo.
8.“ Sin
heterosexualidad no hay matrimonio”. Entrevista a Ángel Rodríguez Luño, profesor, miembro de la Academia Pontificia para
la Vida y consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Agencia Zenit,
viernes 13 de mayo de 2005
El profesor de teología moral en la Universidad
Pontificia de la Santa Cruz de Roma comenta en esta entrevista los motivos de la
oposición de la Iglesia española a la nueva ley sobre el matrimonio en
España. Monseñor Rodríguez Luño,
español, ha enseñado ética durante muchos años en Roma. Actualmente forma parte
de la Academia Pontificia para la Vida y es consultor de la Congregación para la
Doctrina de la Fe.
¿Qué es
lo que preocupa más de esta ley acerca del matrimonio aprobada en el Congreso de
los Diputados de España?
El proyecto de ley modifica el Código Civil en lo que se refiere
a los requisitos para contraer matrimonio. Al Artículo 44, que dice: «El hombre
y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de
este Código», se añade como segundo
párrafo la siguiente norma: «El matrimonio tendrá los mismos requisitos y
efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o diferente
sexo».
Se
procede después a la adaptación terminológica de todos los artículos del
Código Civil y
de la Ley del 8 de junio de 1957, sobre el Registro Civil, que contienen referencias explícitas al
marido y a la mujer, que se sustituyen por la mención a los cónyuges o a los
consortes. Una vez que este proyecto pase a ser ley, el
significado de la expresión «cónyuge» o «consorte» en el derecho español será el
de persona casada con otra, con
independencia de que ambas sean del mismo o de distinto sexo.
Mediante estos
cambios se destruye en su más íntima esencia el matrimonio, que desaparece del
ordenamiento jurídico español. En España hay y continuará habiendo matrimonios
de facto, pero de iure matrimonio ha sido suprimido. Esto es lo más grave y
preocupante de la reforma del Código Civil que está en curso de
aprobación.
¿Podría
explicar lo que acaba de decir, pues la idea difundida por los promotores de
esta ley es más bien que se trata de ampliar el derecho a contraer
matrimonio?
En la «Exposición de Motivos» se explica
que nuestro Código Civil es de 1889, y que tiene su origen en el Código Civil
francés de 1804, y añade tendenciosa y falsamente que ambos regularon el derecho
a contraer matrimonio «reflejando la mentalidad dominante», mentalidad que hoy
habría evolucionado hasta admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo.
No es verdad que, en el punto a que nos referimos, esos textos legales
se limitasen a reflejar los modelos dominantes en las sociedades occidentales de
la época.
Tanto en
las sociedades occidentales como en las orientales el matrimonio ha conocido
diversas regulaciones jurídicas. En algunas culturas muy primitivas se practicó
la poliandria; en otras se acepta todavía hoy la poligamia. Algunos estudiosos
del siglo XIX (J.F. McLennan, L. Morgan, etc.) hablaron de la existencia en
algunos pueblos de matrimonios de grupo, pero esa tesis ha sido abandonada.
En todo caso, nunca se ha discutido que la
heterosexualidad pertenece a la esencia del matrimonio.
Las
prácticas homosexuales,
masculinas o femeninas, si las había, eran consideradas como una realidad de
otro orden que nada tiene que ver con el
matrimonio.
Es convicción universal, en el espacio y en el
tiempo,
que sin heterosexualidad no hay
matrimonio. El proyecto
de ley que se está discutiendo ahora no puede ser calificado de evolución. En
realidad opera una ruptura completa con una tradición universal tan antigua como
el género humano, violentando rasgos y diferencias antropológicas de carácter
pre-político sobre las que el legislador no tiene poder
alguno.
Es como si hubiésemos de
aceptar que mediante una votación de nuestro Parlamento el planeta Tierra puede
dejar de ser redondo para pasar a ser cuadrado. (MDI)
¿No cabría admitir que el legislador, en virtud del
consenso democrático que representa, puede cambiar el significado de la palabra
«matrimonio», o ampliar su significado de modo que comprenda también nuevos
tipos de relaciones jurídicas?
Por muy nominalistas que seamos, y quizá lo somos bastante,
aquí el problema no es de palabras, sino de
que se va a tratar de modo violento y gravemente injusto una realidad que existe y seguirá
existiendo, y que designamos con la palabra «matrimonio».
Cuando el
Código Civil afirma que «el matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos
cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo», se
está diciendo que para el ordenamiento jurídico español (y con él, para el
Estado) no existe absolutamente ninguna diferencia, ni siquiera mínima, entre la
unión matrimonial de la que he nacido yo, usted y los que ahora leen estas
reflexiones, y la unión por motivos afectivos o de otro orden entre dos varones
o entre dos mujeres. No existiría
diferencia entre esos dos tipos de uniones en ningún orden: biológico,
antropológico, jurídico, social, ético, etc. Esto es tan falso como injusto.
Entre otras
cosas, esta especie de eliminación despótica de diferencias antropológicas
esenciales, hace desaparecer la razón por la que todas las grandes culturas del
mundo han dado al matrimonio un reconocimiento institucional específico.
La relevancia pública del matrimonio no se funda en que
sea una cierta forma de amistad o de comunicación afectiva o sexual, sino en su
condición de estado de vida estable que, por su propia estructura heterosexual,
propiedades y finalidad, aceptadas libremente por el marido y la mujer, pero no
establecidas por ellos, desempeña una función esencial y multiforme en favor del
bien común: orden de las generaciones, supervivencia de la sociedad, educación y
socialización de los hijos, etc. Esta función social de relevancia jurídica
pública no la desempeñan, ni siquiera de forma aproximada, los diversos tipos de
unión que pueden darse entre personas del mismo sexo.
La Iglesia ha recordado que su oposición a la ley no
es una oposición a los homosexuales. ¿Qué piensa usted?
Yo no
puedo erigirme en intérprete autorizado de la posición expresada por el Comité
Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, que por otra parte es tan clara
que no necesita comentarios.
Mi opinión es que, efectivamente, en esa
posición no
hay nada contra quienes se declaran homosexuales. La Iglesia ha manifestado su
oposición a un proyecto de ley en el que no se habla de
homosexuales,
sino de matrimonio entre personas del
mismo sexo, a las cuales no se exige el requisito de declararse homosexuales.
Dos estudiantes varones que comparten un
apartamento, a los que por motivos económicos les interesarse casarse, podrían
hacerlo. Cuando acaben los estudios o se harten de compartir el apartamento, se
acogen a la nueva ley sobre el divorcio rápido y ya está.
La combinación de la reforma del derecho a
contraer matrimonio y de la nueva disciplina sobre el divorcio dará lugar a
abusos fácilmente imaginables (por ejemplo, para facilitar la
adquisición de la nacionalidad española, o del permiso de residencia, etc.).
Me parece oportuna otra consideración. Nadie considera injusta discriminación
que quien no ha hecho los estudios de medicina no pueda ser contratado como
médico en una clínica.(MDI) Por la misma razón no es injusta discriminación que quien
no puede o no desea mantener una relación heterosexual no sea admitido a una
relación jurídica a cuya esencia pertenece la heterosexualidad.
Puede vivir
libremente como quiera y con quien quiera, recurriendo al derecho común para
obtener la tutela de las situaciones jurídicas de interés recíproco. Si en algún
caso fuese necesario, ciertas instituciones de derecho privado, de naturaleza
sucesoria, económica, asistencial, etc., se pueden hacer más flexibles, con el
fin de evitar toda forma de discriminación injusta, que siempre es un mal.
Pero este mal, si todavía existiese, no se puede querer eliminar
produciendo un mal todavía mayor, como es la destrucción jurídica del
matrimonio.
Por otra parte, ligar la dignidad de un colectivo social a la producción
de un imposible jurídico, como es el matrimonio entre personas del mismo sexo,
parece una pretensión insensata. Sólo la
ofuscación ideológica podría explicarla.
¿Piensa usted que la
prensa española ha puesto de relieve los puntos clave del problema que se está
debatiendo a propósito del matrimonio?
Es difícil generalizar.
Yo he leído artículos de opinión muy
equilibrados. Pero con mucha frecuencia me parece que el tratamiento de la
cuestión está algo desenfocado. Se quiere hacer ver que todo es una
cuestión de discriminación, de ampliación de derechos, de estar a la altura de
los tiempos que corren, de extrapolación de juicios éticos al campo político de
un Estado no confesional, etc. Cuando leo este tipo de razonamientos, tengo la
sensación de que me tratan como si fuese un niño pequeño.
(Nota del editor: interesante. Obsérvese que la argumentación del entrevistado pasa a
ser de racional en las premisas a
emocional en la conclusión: tengo la sensación de que me tratan como a un niño
pequeño)
Se puede y se debe
evitar toda discriminación sin que para ello haya que destruir la naturaleza
jurídica de los millones de matrimonios que hay en España. El
Estado puede y debe promover la igualdad y la libertad, pero su poder
legislativo está limitado por estructuras biológicas, psicológicas,
antropológicas y sociales que no tienen una fecha de caducidad como la de las
medicinas.
El Estado haría muy bien en conceder beneficios económicos y
fiscales, por ejemplo, a hermanos solteros ancianos, del mismo o de diverso
sexo, que viven juntos, y que se prestan una ayuda importantísima para el
desarrollo de su vida y de su personalidad, ahorrando además al Estado muchos
gastos de orden asistencial; pero para ello no hace falta considerarlos como
matrimonio.
Si de lo que en
cambio se trata es de llevar adelante una operación ideológica o electoral
mediante la instrumentalización del ordenamiento jurídico español y de sus
instituciones, e ignorando irresponsablemente el daño que se va a causar, se
trata entonces de un proyecto contra el que hay que ejercer todas las formas
éticamente lícitas de oposición, entre las que está sin duda alguna la objeción
de conciencia.
Repito que el problema no es la forma de
vida elegida por una restringida categoría de personas,
desde luego mucho más restringida de lo que se suele decir. El problema es el
tratamiento jurídico que se va a dar al verdadero matrimonio de la gran mayoría
de los ciudadanos españoles.
Por lo que les afecta a
ellos, y no por lo que hagan o dejen de hacer los que se declaran homosexuales,
es razonable que esta gran mayoría de ciudadanos se oponga con firmeza a la
reforma que se quiere introducir. Otro problema muy grave es el de la adopción. No queda
tiempo para detenerme en él. Pero los lectores pueden consultar la amplia
bibliografía existente sobre ese problema en la literatura psicológica
especializada. Para indicar sólo uno de los problemas que se pueden presentar,
invito a tomar conocimiento de las ideas presentadas en un artículo de J.A.
Nelson, «Intergenerational Sexual Contact: A Continuum Model of Participants and
Experience», «Journal of Sex Education and
Therapy»
D.
LAICISMO, RELATIVISMO, LIBERTAD
9.
“Hay
una especie de absolutización de la política que promete más de lo que puede
dar”.
Entrevista a Alejandro Llano, profesor de Filosofía de la Universidad de Navarra
en ABC, domingo 27 de marzo de 2005
Profesor
de Filosofía de la Universidad de Navarra. Alejandro Llano Cifuentes (Madrid,
1943) es una de las mentes más lúcidas de la España contemporánea, un experto en
teoría del conocimiento, metafísica y lenguaje, que se ocupa con igual
brillantez de filosofía política y teoría de la cultura. Nuestros
dirigentes harían bien si leyeran sus obras, por lo menos «Humanismo cívico» y
«La nueva sensibilidad». El profesor Llano es simpático, cordial, políglota.
Acaban de otorgarle el doctorado honoris causa por la Universidad Panamericana
de México y ha publicado «Metafísica y Lenguaje» en Estados Unidos.
Allí
es profesor «visiting» en The Catholic University of America.
Desde
1991 hasta 1996 fue rector de la Universidad de Navarra y en enero de 2000 fue
nombrado Académico de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino, en Roma.
Recientemente,
José Luis Rodríguez Zapatero declaró ante la Asamblea Francesa: «La tarea de la
política no es la búsqueda de la verdad, sino del acuerdo sobre la realización y
actualización de sus valores». ¿Qué le parece?
Que es una
caracterización que cuadra muy bien con el personaje. Porque el sesgo intelectual del actual presidente es de signo pragmatista. Su
concepción de la política responde a ese tipo de lo que hoy se llama «democracia
deliberativa». Luego ese modelo tiene muchas limitaciones,
porque por un lado la deliberación no
siempre conduce a acuerdos. Y por otro, en el peor de los casos, los acuerdos
son errores compartidos. (MDI)
Decir
que la actividad política debe tender a la verdad suena hoy a un cierto
fundamentalismo, un
cierto maximalismo, cuando más bien aspiramos, o se aspira, no es mi caso, a una
política y a una ética de mínimos.
Pero, sin embargo, la verdad es el único horizonte en el que la actividad humana
cobra pleno sentido. Si no hay una pretensión de verdad, al menos,
si no hay una esperanza de verdad, si no contamos con la verdad como factor
correctivo, entonces todo se
relativiza, entonces la verdad es un caso particular del error,
por así decirlo, y eso tiene consecuencias tremendas en la política. Porque,
cuando se suprime la tendencia a la
verdad como correctivo último, a lo que nos acercamos es a valoraciones que
tienden al totalitarismo.
¿A qué cree que se debe el desprestigio de
los partidos y de la política?
En buena parte, a que prometen más de
lo que pueden dar. Hay una especie de absolutización de la
política. Que
es un fruto de lo que en sentido contemporáneo se llama ideología.
La política es una actividad modesta.
Nunca ha sido especialmente creativa. O casi nunca. Así las cosas, la política
lo promete todo. Luego, consigue resultados siempre aproximativos, imperfectos;
lo comprobamos cada día.
Eso,
a la larga, lo que genera es una tremenda desconfianza, porque el ciudadano de a
pie tiene la sensación de que le están engañando, y en cierta manera no le falta
razón. ¿Cuál es la solución? ¿Qué los
políticos se autolimiten? Eso es muy difícil de lograr. Porque el defecto
profesional de los políticos es su tendencia a la totalización de su propia
actividad. La solución auténticamente
democrática y liberal es que la sociedad civil limite el poder y la actividad
política del Estado y de las administraciones públicas. Porque la mayor parte de
los problemas los deben solucionar los ciudadanos. Por ejemplo, es
un error tener un Ministerio de Cultura. Y no digamos ya si se multiplica
después por 17 consejerías, cuando la cultura es una labor sobre todo creativa,
de personas muchas veces solitarias, aunque atentas a su entorno. A la política
hay que ponerla en su sitio, que es un sitio modesto, y tendríamos que, en buena
parte, sacarla de las primeras páginas.
¿Piensa que el Partido Socialista está
atacando a la Iglesia?
Si no lo está haciendo, parece que lo hace.
El Gobierno socialista está
cometiendo un error muy notable que consiste en no tener en cuenta las
convicciones, y la hondura de las convicciones, cristianas, de buena parte del
país. No acabo de entender por qué están procediendo así. A raíz del 11-M y del 14-M publiqué un
artículo en el que por una vez acerté. Decía que como el Partido Socialista no
preveía alcanzar el poder, su capacidad de cambio en cuestiones estructurales,
económicas sobre todo, iba a ser muy limitada, y que era muy posible que
derivara en cuestiones de tipo ético y de tipo religioso. Lo cual
está aconteciendo. La actitud un poco de cara de perro que tiene el Gobierno
respecto de cuestiones éticas y religiosas proviene de una necesidad de
diferenciación, que le dé esa marca de la izquierda. Que la izquierda se
distinga por actitudes poco religiosas me parece extemporáneo. Provoca una
extrañeza justificada.
(...)
Da la impresión de que caminamos
irremediablemente hacia la eutanasia, el «matrimonio» gay y la manipulación
genética. ¿Opina que es así o se puede dar marcha atrás?
Fácticamente es así. Pero hay errores de planteamiento y de
discurso de quienes defienden la ética, frente a la astucia de quienes propugnan
ese tipo de medidas que a mí me parecen inmorales. Porque se presentan esas
medidas como si fueran derechos humanos cuando en realidad van directamente
contra los derechos humanos. El caso de la eutanasia es quizá el más
claro. El último verano lo pasé en Münster (Alemania), y una de las cosas que
más llama la atención allí es la abundancia de ancianos holandeses que huyen de
los planteamientos terminales de la legislación en su país. Esas medidas se
plantean como si fueran progreso, cuando en realidad son tremendamente crueles.
Porque habría que tener en cuenta que lo que el
permisivismo permite es el dominio de los débiles por los
fuertes.
(MDI) Nuestra sociedad, que tiene una violencia
latente enorme, pero que cultiva un discurso pacifista, necesita mecanismos de
descarga.
Por otra
parte, los llamados conservadores son muy poco hábiles al dar pábulo a esos
planteamientos. Por ejemplo, yo no hablaría en estos momentos de la eutanasia.
Porque casi obliga al Gobierno a llevarla a la práctica.
10.
“El
laicismo está poniendo en peligro la libertad
religiosa”.
Entrevista a Ratzinger, prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe.
(La República) El País, sábado 20 de noviembre de 2004
Tras el asunto Buttglione, algunos grupos
laicos y católicos pintan un cristianismo asediado en
Europa
Hay
una agresividad ideológica secular, que
puede ser preocupante. En Suecia, un pastor protestante que había predicado
sobre la homosexualidad basándose en un pasaje de la Escritura, ha pasado un mes
en la cárcel. El laicismo ya no es
aquel elemento de neutralidad que abre espacios de libertad a todos. Comienza a
transformarse en una ideología que se impone a través de la política y no
concede espacio público a la visión católica y cristiana, que
corre el riesgo de convertirse en algo puramente privado y, en el fondo,
mutilado. En este sentido, existe una lucha y debemos defender la
libertad
religiosa
contra la imposición de una ideología que
se presenta como si fuese la única voz de la racionalidad, cuando
sólo es expresión de un 'cierto' racionalismo.
Pero, para usted, ¿qué es la laicidad?
La laicidad justa es
la libertad de religión. El Estado no impone una religión, sino que deja espacio
libre a las religiones con una responsabilidad hacia la sociedad
civil, y por tanto, permite a estas religiones que sean factores en la
construcción de la vida social.
Y la verdadera esencia del
cristianismo...
Es
una historia de amor entre Dios y los hombres. Si se entiende esto en el
lenguaje de nuestro tiempo, el resto viene solo.
¿Dónde está Dios en la sociedad
contemporánea?
Está muy marginado. En la vida política parece
casi indecente hablar de Dios, como si fuese un ataque a la libertad de quien no
cree. El mundo político sigue sus normas y sus caminos, excluyendo a Dios como
algo que no pertenece a esta tierra. Lo mismo sucede en el mundo del comercio,
de la economía y de la vida privada. Dios queda a un margen. Sin embargo, me
parece necesario volver a descubrir, y existen las energías, que también la
esfera política y económica tienen necesidad de una responsabilidad moral, una
responsabilidad que nace del corazón del hombre, y en última instancia, tiene
que ver con la presencia o la ausencia de Dios. Una sociedad en la que Dios es absolutamente ausente se
autodestruye. Lo hemos visto en los grandes regímenes totalitarios del siglo
pasado.
Por lo que
respecta al tema de la ética sexual, la Encíclica «Humanae vitae» ha causado una
profunda separación entre el magisterio y el comportamiento práctico de los
fieles. ¿Es hora de volver a reflexionar sobre ella?
Para mí es
evidente que debemos seguir reflexionando. Ya en sus primeros años de
pontificado, Juan Pablo II ha ofrecido al problema un nuevo tipo de enfoque
antropológico, personalista, desarrollando una visión muy diversa de la relación
entre el yo y el tú del hombre y de la mujer. Es verdad que la píldora ha dado lugar a una revolución
antropológica de grandes dimensiones. No ha sido como se podía pensar al inicio,
sólo una ayuda para las situaciones difíciles, sino que ha cambiado la visión de
la sexualidad, del ser humano y del mismo cuerpo. La sexualidad se ha separado de la fecundidad y de
este modo ha cambiado profundamente el concepto de la misma vida
humana. El acto sexual ha perdido su
finalidad, que antes era clara y determinante, de modo
que todas las formas de sexualidad han llegado a ser equivalentes. Sobre todo, de esta revolución deriva la
equiparación entre homosexualidad y heterosexualidad. Por eso digo
que Pablo VI ha planteado un problema de muchísima importancia.
La
homosexualidad es un tema que concierne al amor entre dos personas y no la mera
sexualidad. ¿Qué puede hacer la Iglesia para entender este fenómeno?
Diría
dos cosas. Antes que nada, debemos tener un gran respeto por estas personas, que
también sufren y que quieren vivir en modo justo. Por otra
parte, crear ahora la forma jurídica de una especie de matrimonio homosexual, en
realidad no ayuda a estas personas.
Por lo tanto, ¿Usted da un juicio negativo sobre la
elección tomada en España?
Si, porque es destructiva para la
familia y para la sociedad. El
derecho crea la moral o una forma de moral, ya que la gente normal habitualmente
piensa que lo que afirma el derecho es moralmente lícito. Y si
juzgamos esta unión más o menos equivalente al matrimonio, nos encontramos con
una sociedad que ya no reconoce ni lo específico de la familia, ni su carácter
fundamental, es decir, lo que es propio del hombre y la mujer, que tienen como
objetivo dar continuidad -y no solo en sentido biológico- a la humanidad. Por
eso, la elección tomada en España no aporta un beneficio verdadero a estas
personas, porque de esa forma destruimos elementos fundamentales de un orden de
derecho.
A veces la Iglesia diciendo
no a todo, se ha visto derrotada. ¿No tendría que ser posible, por lo menos, un
pacto de solidaridad entre dos personas, aunque sean homosexuales, reconocido y
tutelado por la ley?
Pero institucionalizar un acuerdo de ese
tipo -que el legislador lo quiera o no- aparecería necesariamente a la opinión
pública como otro tipo de matrimonio que asumiría así, inevitablemente, un valor
relativo. No hay que olvidar, por otra parte que, con estas decisiones hacia las
que tiende hoy una Europa -por decirlo así- en
decadencia, nos separamos de todas las grandes culturas de la humanidad, que han
reconocido siempre el significado propio de la sexualidad: esto es, que el
hombre y la mujer han sido creados para ser, unidos, la garantía del futuro de
la humanidad.
Garantía no solo física, sino también
moral.
11.
“Lo
peor no es la mentira, sino instalarse en el
relativismo”.
Artículo de Alejandro Llano, profesor de Filosofía de la Universidad de
Navarra,
en Alfa y Omega (ABC), jueves 2 de junio de 2005
Lo peor
no es la mentira. Lo peor es instalarse en la confusión mental y difundir
alrededor esa neblina de la inteligencia en la cual ya no hay ni verdad ni
error. Y es que, donde no hay error, tampoco hay verdad. Si no se admite que hay
juicios falsos, tampoco se sabe ya qué podrán significar los ciertos. Pero quien
denuncie que algo oficialmente establecido no es verdadero, será acusado de
derrotismo. Y muchos se sentirán obligados a creer tal censura, porque viene
marcada por el solemne sello de la autoridad.
Tal
es la estrategia del totalitarismo. Consiste en mantener que "todo es política", en
excluir cualquier ámbito de la realidad que no esté sometido a la aspiración de
dominio. Nada
queda fuera de una retórica hecha de apelaciones a la emotividad, de gestos y
sonrisas, más que de argumentos. Pero ya
Platón hizo ver que, cuando la retórica se convierte en la más alta instancia,
lo que se busca con ella no es el conocimiento sino el
poder. Ya no
se trata de hacer verosímil lo verdadero, sino de hacer verosímil lo que
interese en cada caso a los poderosos. Lo cual ni siquiera merece el nombre de
retórica: es sofística.
Quienes
no se sometan a los lugares comunes
establecidos por este simulacro de razonamiento, quedarán
fuera del discurso dominante y se verán excluidos
de una
cultura tan superficial como fácil de digerir. En esas estamos. España se ha
convertido últimamente -aunque la cosa viene de atrás- en campo abonado para
cualquier intento de convertir el razonamiento más débil en el más fuerte. Es lo
más grave de lo que nos está pasando.
Nos
encontramos en un atolladero intelectual, en un punto muerto de la cultura
cívica, del que
no resultará nada fácil salir. Sobre todo, si casi nadie se da cuenta de lo que
ocurre, justo porque una de las virtudes de la confusión es que se oculta a sí
misma. Este
control mental al que se ve sometida -sin sospecharlo quizá- buena parte de la
población española lleva al conformismo de aceptar dócilmente planteamientos
que resultan insostenibles en una sociedad
democrática.
La
actualidad nos ofrece uno muy notorio: la acusación de que es ilegal la objeción
de conciencia ante la aplicación de posibles ordenamientos jurídicos que
repugnan al sano sentir de millones de
ciudadanos.
Exigir
que el objetor de conciencia se atenga a la ley positiva correspondiente es una
trampa sofística que se llama "petición de
principio". Porque
aquello ante lo que objeta es justamente esa ley que -con sólidos fundamentos-
él considera injusta. Lo que pasa es que otro aspecto clave de la confusión
mental que nos aqueja consiste en no
distinguir adecuadamente lo moral de lo jurídico. Llegar a pensar que todo lo que emana de la autoridad
civil resulta justo y bueno, es el caldo de cultivo propio del Estado Ético de
los fascismos.
Algo de
esto experimentamos ya los que tenemos cierta edad. En una sociedad libre, el
ciudadano no está obligado a seguir las prescripciones del poder público cuando
son contrarias a las exigencias de un orden moral reconocido universalmente
durante largo tiempo. Todas las presunciones están en tales casos a favor del
ciudadano que no se pliega a las desmesuras del poder político.
Es
lamentable que a los gobernantes se les ocurra inmiscuirse en asuntos que no les
competen, al menos sin el acuerdo explícito de los
afectados.
Mas
peor aún es que pretendan controlar sus mentes, para que no rechacen aquello que
les perjudica en aspectos esenciales de la condición humana, como es el caso de
la tergiversación de la índole propia del matrimonio y la
familia.
A
nadie le agrada -no es signo de victoria- encontrarse en una situación que le
obligue a acogerse a la objeción de conciencia.
IMD Quien
recurra a ella (como último asidero) ha de estar a salvo de represalias penales
y de cualquier sanción disciplinar o administrativa.
Cuando
se sabe que la reserva ética ante un determinado proyecto de ley está muy
extendida en la sociedad -como es, por ejemplo, el caso de la atribución del
carácter de matrimonio a las uniones homosexuales- la propia ley civil debe
reconocer y proteger el ejercicio de este derecho
básico a salvaguardar la propia integridad moral. En
todo caso, nos encontramos ante una
realidad prejurídica, porque ningún poder humano puede legislar sobre algo tan
íntimo y profundo como es la conciencia.
Se trata
de un asunto demasiado serio para dejarlo exclusivamente en manos de los
políticos o para perderse en sutilezas jurídicas que embarullan lo que cualquier
persona en su sano juicio comprende perfectamente. La
libertad de conciencia es una parte esencial de la libertad de pensamiento, que
representa la conquista ética fundamental de la
modernidad.
Nadie me
persuadirá de que ponerla entre paréntesis sea conveniente por el bien de la
paz, por la vigencia de la corrección política o por el logro de la moderación
en la discusión pública. Hasta en las
peleas callejeras de mi
infancia se sabía que quien golpea primero no puede pedir calma al que procura
defenderse.
No
vale que el violento reclame serenidad y sosiego de sus propias
víctimas.
Según
ha demostrado René Girard, intentar que la víctima se declare culpable es la
táctica de todos los violentos que en el mundo han sido, desde los relatos
bíblicos hasta los regímenes totalitarios.
Resulta
cuando menos imprudente esperar que sean los dominadores quienes promuevan las
libertades que procuran neutralizar por muy diversos
medios. No hay
más libertades que las que uno mismo se toma de una vez por todas. Ojalá llegara
a ser de nuevo realidad el verso de Miguel Hernández: "Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España".