Aspectos éticos de las huelgas


José Luis Mota




“Las huelgas” han sido los sucesos sociales más destacados de las últimas semanas que han agitado a algunas importantes ciudades de España. Un joven universitario, de alrededor de veinte años, recién estrenado en las aulas me preguntaba sobre la razón de esos acontecimientos Por eso, parece necesario que se puntualice cuáles son las raíces éticas sobre las que se puede apoyar ese fenómeno, que se presenta de distintas formas según lo se haya ido preparando en el ambiente.

En principio, el concepto huelga es un fenómeno social que nace con la presión del mundo del trabajo, del mundo asalariado, para obligar al a la propiedad –empresarios o altos ejecutivos- para que se eleven los salarios, cuando se han agotado las vías de diálogo. Las huelgas más genuinas son las laborales: cuando la interrupción del trabajo, a riesgo de perder el salario, se hace para forzar a que suban los salarios. Para justificarla sería necesario: que se estén lesionando injustamente los derechos de los trabajadores; y que se hayan agotado todos los mecanismos y arbitrajes. El que convoca y hace la huelga debe saber que se hace responsable de situaciones que pueden ser graves para su misma empresa, sus compañeros e incluso toda la sociedad. Si la pretensión de la huelga fuera provocar un desorden social o un cambio en la gobernanza del país –entonces no se justificaría y pasaría a titularse “huelga “política”. A toda huelga se le exige proporcionalidad: es decir que las ventajas que se persiguen superan a los daños que se siguen; y entonces también se han de salvaguardar los servicios públicos.