Una película no nos da una solución segura, pero crea ilusiones


Llucià Pou



¿Qué es el cine? Y como es algo muy genérico, más en concreto: ¿Para qué sirve el cine?, es lo que se plantea “El contenido y la forma del séptimo arte: una aproximación”, artículo de Chema López Angulo. Al igual que cuando un amigo me cuenta su vida sus experiencias interactúan con las mías, “el arte cinematográfico nos induce a un proceso de encuentro, por el que nuestra propia identidad tiene que verse enriquecida”.

Y si Jaime Balmes decía “en la lectura debe cuidarse de dos cosas: escoger bien los libros y leerlos bien“, lo mismo se puede decir de las películas. La mera suma de información no hace crecer la persona, puede provocar indigestión, pues como dice la canción hay que aprender que “no hay que andar por andar sino andar pa’ ir creciendo”, y tenemos una armonía entre inteligencia, amor, a través de la libertad que interactúa con los sentimientos, etc…

Que “la inteligencia no es la respuesta a la felicidad” parece ser una de las tesis vitales de Woody Allen, que sin embargo no sabemos si busca las respuestas o simplemente vende su producto digamos humanista…El cine de acción americano nos muestra los últimos avances técnicos, paisajes del mundo, cosas que no están a nuestro alcance y en este sentido no existente o que no tenemos; y así cada tipo de películas nos muestra “el verdadero poder del cine: de hacernos vivir lo no vivido, dándole vida, y hacer de eso “no existente” nuestro mundo, nosotros. ¿Hacemos cine o el cine nos hace a nosotros? La autoridad que ejerce el hombre sobre el cine y el cine sobre el hombre es una influencia recíproca”. Por una parte, interactúa con nuestros sentimientos, como veíamos al comienzo, luego hemos visto que también hace cultura, y ahora vemos que crea sueños. Y esto nos lleva a hablar de esperanza.

Como la lotería, una película no nos da una solución segura, pero crea ilusiones. El “cine sin ideales” actual “no es un cine desprovisto de valores, sino uno compuesto por otros propios, hechos a la medida de quienes los hacen suyos. Y el resultado es una paradoja tan grande como cruel, puesto que proviene de la búsqueda de la felicidad por parte del hombre actual a través de medios irremediablemente equívocos. El por qué de la temática cinematográfica contemporánea, por tanto, no es más que esa frustración del hombre expresada fotograma a fotograma”. Y el citado autor propone por eso rescatar los clásicos. Qué bello es vivir (It´s a wonderful life, 1946) contaba una historia: el heroísmo de la gente anónima; las historias de prícipes de la rebelde Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes (Breakfast at Tyffany´s, 1961) iba repartiendo ilusiones. Hoy todo es más crudo, aún cuando se tomen frases de los clásicos, como la crisis, Los lunes al sol, cuando le pregunta un borracho al otro: “¿crees en Dios?” y le contesta: “lo importante no es si tú crees en Dios, sino si Dios cree en ti”, lo cual quiere decir que el director sí que ve a los clásicos.

Hay que actualizarlo todo, claro, pero “Azul oscuro casi negro” nos presenta un ambiente turbio, y el costumbrismo de Almodóvar es sincero, presenta la gente de algunas calles… pero ¡qué calles!

“Quizá recuerden aquel diálogo, que descubrí ‘por primera vez’ hace unos meses, que tanto me ha dado para reflexionar:

- ¿A qué va la gente al cine?
- A pasar el rato.
- ¿De qué rato me habla usted?
- Y usted, ¿de qué gente?”

Sin duda, hay maneras de aportar ilusión, historia y arte, y tirar para arriba de la sociedad, es decir crear valores: “Que conozcan el verdadero significado del perdón, aparente obsesión que impregna la filmografía de Clint Eastwood”, que en su última y vertiginosa etapa como cineasta defiende “un cine que interpreta la vida y debe ser un documento de su tiempo”. Se ve también en la igualdad y derechos humanos en su reciente Invictus (Invictus, 2009), siempre desde la anécdota: un coche, un partido deportivo… conoce la técnica, el espectador americano... Es un buen contador de historias, con películas comparables a la interpretación de Robert Redfort y Paul Newman en El golpe (The sting, 1973). Son historias distintas a la alianza con los sentimientos pobres de la persona (tipo “Torrente”).