La alegría del mes de mayo


 


Jesús al resucitar dijo: “ALEGRAOS”. Nuestra religión es la religión de la alegría. Así nos decía Juan Pablo II poco antes de morir, “estad alegres, el Papa está alegre”.

La Misa es el centro de la vida cristiana y es la celebración de la alegría; en ella cantamos, nos damos la paz, pedimos por las necesidades de todo el mundo, recolectamos dinero para ayudar a los necesitados, adoramos a nuestro Maestro vivo y escondido en su Cuerpo y Sangre, en forma de Pan y Vino, y después de alegrarnos al escuchar su Palabra, podemos comer y beber su Cuerpo y Sangre. Y salimos con una alegría contagiosa.

De esta alegría, pueden hablar miles de niños salvados del aborto, que han sido acogidos y educados por tantas familias e instituciones cristianas, y los miles de ancianos y enfermos, transeúntes, que son queridos con cariño de familia, y los miles de personas que reciben consuelo, ánimo, orientación en sus vidas, en tantas familias y parroquias católicas del mundo. El mundo es más alegre cuando es más de Cristo.

Pero el enemigo de Cristo, príncipe de las tinieblas y padre de la mentira, quiere engañar al mundo. Los que son engañados por el enemigo, pretenden encontrar la alegría sin Dios. Y se proponen alegrar al mundo, solucionar sus problemas defendiendo: el aborto, la eutanasia, fomentando el rencor, la división, destruyendo el matrimonio, fomentando la sexualidad egoísta, irresponsable y zafia, quitando a Dios de las escuelas, …son los sembradores de tristeza, sus vidas no dan fruto, están vacíos, no dan alegría porque no la tienen. A sus entierros irá poca gente, porque han dejado poca huella, sin embargo al entierro de un discípulo entregado de Jesús como Juan Pablo II, van millones de personas, y lloran su partida creyentes y no creyentes, y agradecen su ejemplo luminoso y alegre de vida cristiana auténtica. ¡Menuda diferencia! “algo se muere en el alma cuando un amigo se va…, va dejando una huella que no se puede borrar”.

Lo nuestro es ahogar el mal, en abundancia de bien, como Cristo nos enseñó en la Cruz, y como ha hecho Juan Pablo II. Los cristianos de verdad son sembradores de paz y de alegría, por donde van. Como nos manda S. Pablo: “Estad alegres en el Señor, que vuestra alegría la conozca todo el mundo”. Una alegría que se consigue por medio de la Oración en la que conversamos con Dios, en la Misa donde nos encontramos cara a cara con Él, en la Confesión donde recuperamos la alegría que habíamos perdido, engañados por el Enemigo; y cuando Servimos a los demás, como Cristo nos ha enseñado.

La alegría cristiana es nueva y revolucionaria, porque la tienen los enfermos, los pobres, los que lloran, los que saben que se están muriendo y no quieren que los eutanasien, los que son perseguidos y criticados por ser fieles a Cristo. Esta alegría la tienen los que saben amar. Solo con pensar en la persona a la que se ama se van las penas. Estar con la persona amada es como estar en el cielo. Y eso es el cielo, estar con Dios sin obstáculos, para siempre, amar sin medida y ser amado eternamente por El. Los que no entienden de amores, no entienden esta alegría, ni entienden el cielo, ni la vida. El truco está en dar y darse, es la alegría de la Virgen. Por eso, si estás triste y no sabes porqué, seguro que entre Dios y tú, hay algún obstáculo, llama a María.

¡Alégrate! Dios te ama con locura y te busca siempre, a pesar de los pesares.