Familia y trabajo son reconciliables



Artículo de Nuria Chinchilla, Profesora del IESE-Universidad de Navarra
Autora de "La ambición femenina: Cómo reconciliar trabajo y familia" (Aguilar 2004)
Premio a la Mujer Directiva del Año 2001
Publicado en La Razón, martes 11 de octubre de 2005



El hecho de que la conciliación esté de moda constituye todo un signo de nuestro tiempo. Hace años, el yuppie y las stock options ocupaban el espacio mediático y hacían soñar a muchos jóvenes. Pero, ¿qué pide hoy la gente? Tiempo. La familia necesita tiempo para cumplir su función como creadora y formadora de capital humano y social. Han tenido que pasar varias décadas para que se sancionaran los delitos contra la ecología del planeta. Tras Kioto y las decisiones en la UE, la sensibilización ante el problema es ya una realidad, aunque siguen siendo necesarias piscifactorías para deshacer entuertos. Sin embargo, aún estamos en los inicios de sensibilización ante un problema que nos invade diariamente: las agresiones a la ecología humana.

La consecuencia más flagrante es el invierno demográfico que estamos viviendo en todos los países europeos, ya que ninguno llega a la tasa de reposición de la población: 2,1 hijos por mujer en edad fértil. En nuestra opinión, el primer cambio cultural que debe darse, previo incluso a la implantación de las políticas de conciliación, es precisamente la transformación racional de nuestras jornadas laborales. El horario español, extenso, desordenado y en muchas ocasiones incompatible con Europa, no sólo por la diferencia en la franja horaria durante la que se come en estos países –12:00 a 14:00–, sino por el alargamiento de nuestro mediodía (hasta las 4 de la tarde), pueden hacer nuestras jornadas internacionalmente inhábiles en muchos casos. Acercarnos al horario europeo sería no sólo racional y rentable sino más acorde con la realidad familiar de doble ingreso y doble jornada de los cónyuges.

La familia necesita tiempo y energía y esta revolución silenciosa, basada ante todo en el sentido común, no busca otra cosa que la corresponsabilidad, que es mucho más que el reparto de tareas. Se trata de restablecer el orden: no sólo una familia con padre, sino lograr que la sociedad «tenga madre». Por este motivo, las administraciones públicas deberían no sólo favorecer esa baja por paternidad de un mes obligatoria que si no se toma se pierde y que favorecería la integración plena del varón en el hogar, comprobando no sólo la carga sino también la riqueza que supone el desempeño de estas tareas; sino también el impulso del Certificado de Empresa Familiarmente Responsable como un modo práctico de respaldar el necesario equilibrio social y la ya malograda ecología humana.

Las empresas con esta certificación podrían contar con puntos en los concursos públicos y a la vez serían más atractivas para ese talento escaso –hombres y mujeres– que pretendemos atraer. Hace unos años, acuñamos en el IESE el término Empresa Familiarmente Responsable (EFR) para referirnos a las empresas que hacen posible la conciliación de la vida profesional, familiar y personal de quienes en ellas trabajan. El índice IFREI («IESE-Family Responsible Employer Index») es citado en la prensa económica como el índice que recoge el estado de conciliación de las empresas españolas.

Desde el año 1999 hasta el 2005 la evolución ha sido clara, multiplicándose por tres el número de empresas que tienen un programa de conciliación trabajofamilia (del 7,3 al 22%), además de una mayor concienciación del conflicto trabajo-familia por parte de las empresas, que ha pasado del 5 al 21%. Lo que se mide en este estudio no son sólo las políticas de flexibilidad y apoyo, sino también la cultura existente y los elementos facilitadores para que el programa tenga un seguimiento eficaz (quién lidera el programa, cuál es la estrategia, cómo se comunica, etc.)

Cada vez es más evidente que las políticas sociales del siglo XXI serán las políticas de conciliación trabajo-familia, porque el perfil y las aspiraciones de la fuerza de trabajo han cambiado radicalmente. Según el IFREI 2005, más del 60% de las empresas españolas consideran que es necesario tener políticas de flexibilidad (en los horarios de entrada y de salida, tiempos parciales, bajas por maternidad y paternidad, semana laboral comprimida, empleos compartidos, cómputo anual de horas trabajadas, tele-trabajo, videoconferencias, ayuda en la atención a personas dependientes…) Más del 40% de las empresas opinan que los problemas familiares aumentarán en los próximos tres años y que ello propiciará cambios en el mercado laboral.

Ser una EFR en el nuevo entorno empresarial es la primera responsabilidad social corporativa, además de ser una ventaja competitiva necesaria para atraer y retener el mejor talento. Existen razones económicas, psicológicas y antropológicas que subyacen el proceso de cambio necesario para cualquier empresa que busque la excelencia.Hace años que se entregan reconocimientos a las mejores EFR organizados por CVA y auspiciados por la Comunidad de Madrid. Un cuestionario para empresas facilita un primer diagnóstico empresarial que nos permite agruparlas según la implantación de estas medidas (www.iese.edu/icwf). Las compañías que cotizan en Bolsa tienen la obligación de informar sobre su impacto social y medioambiental. Una quinta parte de los gestores de fondos y planes de pensiones tienen en cuenta estas prácticas. Se trata de satisfacer necesidades de las generaciones actuales sin comprometer las generaciones futuras.

El 70% de las familias en España son ya de doble ingreso, es decir, trabajan los dos fuera del hogar, lo cual nos da la magnitud del problema. Las políticas de conciliación trabajo- familia añaden un «plus» novedoso y necesario a las ya tradicionales políticas de personal. La flexibilidad hoy tiene sentido, porque la persona es una, pero tiende a una doble agenda, a un doble rol social que se refiere al cuidado de otros y no sólo de sí mismo. Todos somos hijos, hermanos, padres…, en definitiva, parte de una familia. El triángulo que conforman familia, empresa y sociedad empieza a detectar carencias y nuevas necesidades.