Artículo de Dominique Morin (III)


Dominique Morin



Querida joven,

Me gustaría a partir de mi propia experiencia reflexionar contigo sobre ciertas actitudes. Yo consumí mi adolescencia en experiencias desordenadas, con el deseo sexual como motor y un afecto enfermizo como brújula. Yo creía en esa época que tales prácticas serían una iniciación sin consecuencias, sin embargo aprendí a mentir y a engañar en el amor, y atrapé el sida. Un día al fin, dejé todo para intentar construir mi vida. Mi regreso a la fe católica dio sentido a mi búsqueda. Hace diez años que conozco mi enfermedad y, al mismo tiempo que la combato, doy testimonio de la belleza de la castidad y de la amistad. Aunque mi corazón y mi cuerpo permanecen marcados al rojo vivo, el perdón de Dios curó mi alma y las relaciones castas que cultivo con las mujeres me enseñaron a creer en el amor.

A nuestro alrededor reina el culto al placer y a la superficialidad. Mundo de mentiras y de soledad donde el hombre y la mujer, huérfanos de Padre al que no conocen o que han rechazado, buscan una razón de ser. Esta influencia a la cual todos estamos sometidos de una manera o de otra, se basa en la fragilidad humana abandonada a sí misma. En la adolescencia el cuerpo se transforma y la imaginación sexual despierta. La adolescente descubre su fecundidad, transformación interior de su cuerpo que un día hará de ella una mujer. Ese mismo cuerpo comienza a tomar una forma propiamente femenina que va atraer naturalmente la mirada de los hombres. La niña se convierte en una mujer y el niño en un hombre. El pudor le permite proteger la intimidad de su cuerpo que se transforma, de la mirada curiosa que puede suscitar en los chicos. Esta castidad tal vez inconsciente, es en todo caso un signo evidente de delicadeza. El joven en su adolescencia descubre su sexualidad de manera exterior a través de una genitalidad muy invasora. Como la primera imagen que la joven da de ella es su ropa, ¿cuál será el impacto sobre el joven de una pierna descubierta, de un pantalón apretado o de una blusa que deja ver el pecho ? No olvides que el joven te mira con su psicología, a una edad en que, lo que para la mujer es sólo una seducción inocente, para el hombre representa una excitación sexual. Vuestras relaciones estarán forzosamente influenciadas aunque el joven no se atreva a confesarte su debilidad. Ayúdale a elevar su espíritu y a crecer, siendo delicada con él por tu exigencia, sin tentar su enorme fragilidad.

La seducción busca atraer a toda costa la mirada del otro. También la provocación y el deseo de impresionar, pero de otra manera. ¿Provocando su mirada, estás segura de respetar su libertad ? ¿ Soportarías que él utilizara su fuerza física , que es su punto débil junto con el instinto sexual, para forzarte a que te intereses por él ? Cada uno es responsable de permitir al otro que elija libremente . Es muy triste que una mujer joven o adulta nos solicite con su cuerpo que, a pesar de su naturaleza frágil, somos capaces de mirar castamente. Si cada uno no ayuda al otro, buscando el respeto mutuo, la relación será rápidamente fuente de conflicto. Observa simplemente alrededor de ti esta sociedad donde reina la seducción, la apariencia y el egoísmo. El sufrimiento y la soledad no están lejos y la satisfacción es efímera y ridícula.

La inestabilidad afectiva y la falta de pudor actual son consecuencia de la ignorancia o de la negación de la debilidad humana y de la ausencia de una educación al pudor y a la prudencia. La belleza femenina requiere valorizarse de otra manera y no a través de un mediocre sistema de seducción carnal. Pero la moda para la ropa es a veces tan ambigua que es difícil y a veces imposible evitar la atracción de un cuerpo que se muestra ostentosamente en espectáculo. ¿Acaso lo único interesante de la mujer sea su cuerpo ? Nunca lo he pensado así pero entonces ¿ qué podemos hacer ?, ¿ resignarnos o protestar como lo hago yo ?

Por experiencia sé lo que un joven piensa al ver un cuerpo descubierto ; su pensamiento se concentra en lo que ve y corre el riesgo de no ir más allá. De alguna manera, es reducir la mujer a las formas que enseña. Hablo a menudo con jóvenes que me confían sinceramente que se sienten violentos y que nunca lo confesarán a las chicas

Pasemos a lo esencial.

Nuestra fe católica nos enseña que nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo. Vamos a confesarnos de haberle faltado al respeto a fin de recobrar la amistad de Dios volviéndonos disponibles a su gracia. Cada uno de nuestros actos visibles da testimonio de nuestra fe. No existen acciones nuestras que pertenezcan al ámbito espiritual en las que Dios tenga tutela y otras en las que deba permanecer alejado. Nuestra actitud respecto a nuestro cuerpo es una manera de expresar nuestro pensamiento. Quien se descuida o se preocupa demasiado de su apariencia deforma la imagen de la creación que Dios puso en él, apegándose excesivamente a la superficialidad, por nuestro solo provecho, frecuentemente además perdiendo la interioridad en su vida. Tal es el caso de la seducción o de la agresividad vestimentaria. Nuestro cuerpo es un instrumento que debe permitirnos realizar grandes cosas. Por eso hay que respetarlo y ser delicado con él, pues nuestra alma necesita una imagen que la valorice, y no algo que la oculte o la deforme.

Nuestro Dios no es severo ni cruel. El se encarnó, vivió nuestra condición y murió en la ignominia de la cruz para rescatarnos. Es la prueba evidente de su amor sin límite por nosotros. Desviar la voluntad en un pobre sistema de seducción, ¿no es acaso correr el riesgo de alejarse de un amor tan tierno y misericordioso ? Tal vez nunca lo habías pensado antes, o habías confundido indulgencia con complacencia.

¿ Piensas que con ir a misa, rezar un poco, o respetar ciertas reglas morales exigentes es más que suficiente ? Entiendo que el mundo es fascinante, brillante, tentador, como lo es el mal, puede brillar más que el bien, que no brilla tanto pero que es fiel a sus promesas que son de otro orden, verdadero y fecundo. Seguir el espíritu del mundo en cuestión de moda y después en cuestión de relaciones peligrosas, quien sabe, nuestra naturaleza es tan frágil, es realmente correr un gran riesgo a nivel espiritual. Dios que es siempre fiel te dice sin cesar « te amo como tú eres, hija mía », pero el joven guapo que te mira, seducido o atraído, despierta tu vanidad y tus emociones y puede hacerte perder la cabeza. Por lo tanto, en este campo también tienes que elegir, y las actitudes provocantes son una elección inconsciente. Te preciso que si doy la impresión de culpabilizar a las mujeres más que a los hombres, es porque Dios les ha confiado educar a los hombres y que, aunque el pecado original las ha reducido a un objeto de seducción, siguen teniendo como vocación ser nuestras educadoras.

Recibe esta carta como homenaje a tu vocación.

Al despertar tomo el arma de la oración para inspirar respeto y discreción. Mi vida espiritual me ha enseñado que la vida interior vale más que todo, pacifica los sentimientos y las pasiones, da sentido a la delicadeza y dispone más a Dios y a los demás, alejándolos de los obstáculos de nuestra naturaleza y de nuestra voluntad. La delicadeza para con los otros es uno de los signos del alma pacificada con la oración. Comienza de esta manera o más bien continúa, vuelve sin cesar a la oración que permite que Dios actúe en ti y te hace disponible a su amor. Deja a un lado las influencias, las tentaciones, la apariencia, y ve a lo esencial. Ahí encontrarás a Dios y tu verdadero valor. Al descubrir que eres amable y amada por lo que tú eres y como tú eres realmente, te influirá menos la seducción de aquellas personas que no se sienten a gusto en la vida. Dejarás de ser superficial cuando vuelvas a tomar el camino de la vida interior. Te deseo que tomes este camino maravilloso hacia la verdadera belleza del alma de la mujer. Belleza que necesitamos los hombres para avanzar y crecer juntos.