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Categoría: FE

Fe y razón se interrogan sobre la verdad


Alain Bandelier
Traducción del original francés: Buenas Ideas
Disponible en francés



¿Es esto cierto? ¿Tal hipótesis corresponde a la realidad? Esta cuestión es la clave de todo progreso científico: la búsqueda de la adecuación cada vez más pertinente del pensamiento a lo real. Ejemplo clásico: el hombre ha creído durante mucho tiempo que el Sol giraba alrededor de la Tierra; una observación más rigurosa le ha mostrado que era al revés; seguidamente, otras precisiones y otras correcciones han contribuido a su comprensión del sistema solar; después, de la galaxia; luego, del cosmos.

Ocurre lo mismo en otros terrenos: es preciso confrontar incesantemente la teoría a la práctica, la interpretación a la observación. En el terreno filosófico y teológico se impone la misma regla. Si no hay verificación posible es tanto como decir que no existe la verdad. Pero, si no existe la verdad, ¿por qué creer en el Evangelio antes que en otra cosa? Y, ¿en nombre de quien invitar a los demás a creer?

En una visión materialista, el pensamiento no es más que un reflejo de lo real. Reflejo de relaciones de producción, según Marx. Producto de los mensajes psíquico-químicos que vienen de las cosas, segín el empirismo (tenemos una versión modernizada de este modo de pensar en la tesis del "hombre neuronal").

Por el contrario, para el idealismo, el espíritu no es un acceso directo y válido a las cosas; éste no conoce más que "sombras", para retomar la imagen de la caverna según Platón. Descartes, con su "duda metódica", lanza la hipótesis de que los sentidos nos engañan sistemáticamente; la única certidumbre que le queda es el pensamiento mismo: "Pienso, luego existo".

Este paso de lo objetivo a lo subjetivo es una ruptura cultural que marca profundamente el pensamiento occidental. Esta manera de ver las cosas no ha engendrado solamente las grandes ideologías mortíferas: impregna las mentalidades. Un ejemplo flagrante de todo ello es el discurso del lobby homosexual: decir que un niño puede tener dos padres o dos madres es una evidente negación de la realidad. El niño es el fruto del encuentro de un gameto masculino y un gameto femenino. Dicho de otro modo: hay un padre y una madre. La ideología gusta de jugar con las palabras para arrojar un velo sobre la realidad. Lo hemos visto en el caso del aborto, que ha venido a ser "interrupción del embarazo": expresión mentirosa, pues no se interrumpe el embarazo sino la vida del niño esperado.

Se adivina que la vía justa es una tercera vía. El espíritu del hombre no es un maestro soberano que dicta a lo real lo que es y lo que debe ser. No es tampoco una máquina que registra servilmente las cosas. Hay un verdadero diálogo entre el espíritu y las cosas, y la verdad está en su correspondencia: "adequatio rei et intellectus".

Debemos a Santo Tomás de Aquino, él mismo en deuda con Aristóteles, la visión filosófica que se llama el "realismo". La Iglesia reconoce en ella la filosofía mas coherente con la Revelación, en particular con el dogma de la Creación: decir que Dios crea por su Palabra, por el "Logos", significa que las cosas tienen un sentido. Y también con el dogma de la Encarnación: el Verbo se hizo carne, y no libro o un discurso.

Esta perspectiva permite escapar tanto de la falsa humildad de D. "Yo no sé" (el agnóstico) como del orgullo de D. "Yo he comprendido todo" (el ideólogo). La verdad está siempre en camino, siempre por hacer, siempre en marcha. Pero no es inaccesible. Como dice Jesús mismo: "el que obra según la verdad viene a la luz" (Juan, 3, 21).

Por eso el diálogo es posible y el debate útil: cuando dos verdades se sacan la lengua (la expresión es de Saint-Exupéry, o bien estamos en la presencia de una verdad y de un error, y esto debe ser sacado en claro, o bien estamos en presencia de dos verdades parciales, llamadas a unirse en una verdad superior.

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