Entrevista a Alfonso del Corral, Jefe de los Servicios Médicos del Real Madrid

Fuente:www.alfayomega.es

«El Señor cambió mi vida»

Usted lleva muchos años tratando con deportistas. Ahora se mueve mucho dinero, y el ambiente social es muy hedonista. ¿Son diferentes los deportistas de hoy a los de antes?

Yo creo que son iguales. Es el entorno el que ha cambiado. Los deportistas son gente joven, buena, con una serie de valores, que quieren a su familia y a sus amigos… Lo que ocurre es que, en el mundo de la alta competición, fundamentalmente en el fútbol, la repercusión mediática es tremenda. Lógicamente, eso puede trastornar un poco a los deportistas.

También parece haber pocos deportistas que se declaren abiertamente religiosos.

Hay muchísimos deportistas que tienen su fe y la viven con normalidad y tranquilidad; lo que pasa es que lo hacen dentro del contexto de la sociedad actual, en la que se produce un combate constante entre la fe y el materialismo y el egoísmo, realidades que siempre ha habido y que ahora están más acusadas. Muchos de ellos tiene su fe, que viven de alguna forma.

En su caso, ¿cómo ha sido su recorrido en el camino de la fe?

Yo, como tantos españoles, he recibido una formación católica. Mis padres son católicos, y en mi casa se ha vivido siempre la religión. Hace años, lo que me pasaba es que vivía una fe un poco a mi medida; me hacía un Dios a mi medida, que me era más o menos práctico y cómodo. Así fue hasta un momento determinado de mi vida, cuando perdí a mi hijo. Ése fue para mí un golpe tremendo, que desencadenó en mí una búsqueda tremenda de respuestas que me llevó a una gracia: una experiencia muy fuerte de Dios, que me ayudó a seguir caminando hasta el día de hoy. Yo tuve una experiencia muy fuerte del Señor. Y eso me cambió radicalmente. Desde entonces, con todas mis dificultades y mis contradicciones, el Señor está en el centro de mi existencia, absolutamente. En Él voy, Él me lleva, y tengo una confianza absoluta en el Señor. No me preocupa absolutamente nada de lo que me pueda pasar, porque Él está conmigo. Y ésa es la clave de mi historia.

¿Cómo alimenta esta relación con Dios?

Lógicamente, la forma más sencilla es la oración, la conversación con Él; pero, indudablemente, los que pertenecemos y nos sentimos parte de la Iglesia tenemos la gran suerte de contar con el sacramento de la Reconciliación y el recibirle en la Eucaristía. Pero no vivo todo esto como una obligación, como algo con lo que hay que cumplir. Se trata de ir al encuentro del Amigo. Éste es un chollo que tenemos: el poder recibirle y poder recuperar las fuerzas que el combate diario nos quita a veces. Yo soy un hombre, fundamentalmente, lleno de esperanza. Puede haber momentos en los que, por la noche, estoy agotado, pero a la mañana siguiente me levanto lleno de esperanza, y eso es una gracia del Espíritu Santo. Esto me lleva a caminar con una tranquilidad absoluta. Cuando te pegan un mazazo del calibre del que yo recibí, te das cuenta de que todo lo demás no importa absolutamente nada. Lo que hay que transmitir es exactamente eso, en vez de normas y obligaciones. Todo es mucho más simple. Necesitamos tener esa seguridad de que el Señor nos ama profundamente, y confiar en Él. Ahora, eso sí: solos, es imposible. Nuestra fuerza está en Él.

¿Cómo procura transmitir la fe a sus otros hijos?

Yo creo que ése es mi cometido en casa. No creo que mi misión en la vida sea el ser médico del Real Madrid, o ser un gran cirujano, que también, pero creo que mi cometido fundamental en la vida es ser padre y esposo, cuidar a mi familia. En consecuencia, transmitir la fe es lo único que es importante. Yo dejo que mis hijos sigan su camino, pero siempre les digo que Dios es la clave de mi existencia, y quiero que ésa sea también la clave de su existencia.

¿Y cómo crees que se puede transmitir todo esto a la gente, por ejemplo, a tantos deportistas como los que usted trata? <br<>br> Esto está oculto a los sabios y a los poderosos; para recibirlo, hay que abrir el corazón un poquito, dejar un hueco. En cuanto a la transmisión, hay dos grandes armas: el testimonio –mostrar el rostro de Cristo, reflejarlo; si lo mostráramos, cautivaríamos mucho más– y la oración –si quieres que esto llegue al corazón de alguien, reza mucho por él; y luego podrás comentarle algo–. Las grandes disertaciones no son suficientes.

¿Cómo está viviendo las últimas iniciativas legislativas acerca de la familia y la enseñanza?

En su conjunto, el católico y la persona que tiene una serie de valores percibe ya una cierta agresividad en la sociedad en la que vivimos, y la dificultad de poder vivir según los propios principios preocupa profundamente. Ahora, partiendo de esto, yo me remonto a más arriba: la clave de todo esto es que tenemos que confiar más en el Señor, y yo estoy convencido de que todo esto, al final, va a ser para bien.