La integración de los anglicanos en la Iglesia católica


José Luis Mota



Los creyentes católicos están agradablemente sorprendidos con la noticia de la audaz y espontánea respuesta de la Iglesia y Benedicto XVI que con tanta sencillez han abierto las puertas en respuesta a la llamada de los anglicanos -que son 70 millones de fieles, extendidos por el mundo entero, sobre todo en Inglaterra, Estados Unidos y Australia-. Mediante la institución de los “Ordinariatos personales” se abre un nuevo camino para la unidad de los cristianos, reconociendo al mismo tiempo la diversidad en la expresión de la fe común. Serán católicos en plena unión con el Papa, pero conservando elementos específicos del patrimonio espiritual y litúrgico anglicano.

Para que la integración no sea anónima y masiva, y se haga con toda libertad, que sería uno de los aspectos más delicados de la unión, se exigirá que los que quieran integrarse lo soliciten personalmente por escrito. Otro de los puntos delicados es la armonización del contraste entre los pastores anglicanos, muchos de ellos casados, y los sacerdotes católicos a los que siempre se les ha exigido el celibato. Con la creación de los “Ordinariatos personales”, una especie de obispos sin territorio, se resuelven los temas de gobierno y de integración de la jerarquía. Están resueltos y pormenorizados los matices para que toda la unificación se haga con armonía: salvando lo que es fundamental para la Iglesia, y respetando y reconociendo aquello que forma parte de la forma de vivir y expresar la fe de los anglicanos.