¿Qué es la transexualidad?


Revista Mundo Cristiano, Marzo 2005

 

La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (Seen) estima que en España existen entre 2.000 y 3.000 personas con trastornos de identidad de género, de las cuales menos de la mitad -unas mil personas- son candidatas a la cirugía de reasignación de sexo. El costo de las operaciones suele oscilar entre 9.000 a 12.000 euros, si el cambio es de hombre a mujer, y el doble si es de mujer a hombre.  En diciembre del año pasado, una juez de Barcelona dictó una sentencia en la que se estipulaba que los transexuales no necesitan operarse para que se les reconozca el sexo que ellos aspiran. Por otra parte, hace dos años el Tribunal Supremo, dictaminó todo lo contrario, es decir, que “el transexual que lo solicita se someta a tratamiento para suprimir las características sexuales originales por completo y dotarse de otras semejantes, al menos en apariencia, al sexo que emocionalmente sienten como propio”.

Dr. Aquilino Polaino Lorente, Catedrático de Psicopatología y Director del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad San Pablo-CEU.

“La libre transformación quirúrgica de sexo –sin fundamento clínico- es una extrema situación de riesgo para la identidad personal, con consecuencias irreversibles”

Para el Dr. Polaino, “no es raro encontrar síntomas psicopatológicos en las condiciones de las personas que quieren cambiar el sexo”.

En la persona ¿hay un único sexo o es una realidad que tiene diversas manifestaciones?

Cada persona está modalizada según un único sexo: se es hombre o mujer. Esta configuración afecta a la totalidad de la entera persona, es decir, tanto a su aspecto morfológico como gonadal, genital, hormonal, cerebral, etc. Cuando la unidad de las dimensiones que se concitan en la sexualidad se ha roto, es decir, si en una misma y única persona hay dimensiones masculinas y femeninas, por ejemplo, entonces estamos ante un “estado intersexual”, que es patológico.

¿Qué es el sexo psicológico?

El sexo psicológico tiene que ver más con el modo en que se ha ido desarrollando la identidad sexual de la persona, en función del vínculo afectivo que ha tenido con sus padres, las personales experiencias biográficas, la educación sexual que ha recibido, los patrones de lo que en su cultura se entiende por masculino o femenino a los que haya sido expuesta, el devenir de sus apetencias y atracciones sexuales, etc.

¿Puede haber personas que nazcan con un sexo físico distinto del psicológico? En ese caso, desde un punto de vista psiquiátrico ¿qué es lo mas recomendable, qué cambie de sexo físico o de sexo psicológico?

Puede darse el caso de personas cuyo sexo físico sea contrario al sexo psicológico, a causa de algún trastorno biológico como sucede en el Síndrome de Turner, el Síndrome de Klinefelter, etc.  En estos casos, el criterio común entre los científicos es que hay que adaptar, en la medida de lo posible, el sexo morfológico al psicológico. En este punto, la mayoría de los psiquiatras están también de acuerdo. No obstante, la corrección quirúrgica de esa patología –de acuerdo con el sexo psicológico de la persona- ha de hacerse cuanto antes, en los escasos casos en que estas anomalías se presentan, además de recibir la necesaria ayuda psicológica o psicoterapéutica, antes, durante y después de la intervención.

Desde un punto de vista psiquiátrico, ¿se pueden buscar causas de la transexualidad de una persona, al igual que se han buscado en la homosexualidad (falta de cariño en el hogar, abusos sexuales infantiles, una educación estricta…)?

En el ámbito de lo que se conoce con el término de transexualidad, estamos ante una situación muy diversa de las anteriores. En la mayoría de las personas que optan por la transexualidad no hay ningún trastorno biológico en que aquella se fundamente, por lo que es ambigua más bien la indicación clínica de la intervención quirúrgica. Lo más frecuente es que se encuentren trastornos de personalidad y de la identidad sexual en las personas que optan por esa transformación quirúrgica de su propio cuerpo, sin que haya una indicación precisa para ello. De aquí que sea una práctica muy común entre los cirujanos que las llevan a cabo, solicitar previamente al paciente el pertinente informe psiquiátrico acerca de su salud mental.

¿Se puede decir que una persona que quiera cambiar de sexo, habiendo nacido con una salud sexual normal, es un enfermo?

En algunas personas, sí. Pero no conviene en este punto abusar de las generalizaciones. Los diversos roles sexuales están hoy en crisis y esto pesa mucho en la toma de decisiones de las personas poco informadas. De otra parte, hay trastornos psiquiátricos muy intrincados, cuya exploración no siempre es fácil para el especialista. Por eso hay que obrar con mucha prudencia. Pero no es raro encontrar síntomas psicopatológicos en las condiciones de las personas que antes me apuntaba.  

Al escuchar algunas opiniones en los medios de comunicación, puede dar la impresión que cambiar de sexo es una operación estética sin más. ¿Qué opina usted?

El cambio quirúrgico de sexo jamás será una opción baladí o el resultado de una determinada corriente estética. En este punto conviene no olvidar que la condición sexuada de la persona atraviesa todo su ser: desde su dimensión biográfica a la personal. Y estas dimensiones se integran en la identidad personal, es decir, en lo que hace que cada persona sea única e irrepetible en su singularidad. No debería minusvalorase, por eso, estas profundas transformaciones de la persona, aunque en apariencia sólo fuere o afectase a su morfología.

Una trivialización del cambio de sexo, ¿hacia donde nos lleva desde un punto de vista social?

Las consecuencias de ello resultan tan graves, por el momento, que son imprevisibles. No obstante, puede afirmarse que la libre transformación quirúrgica de sexo –sin fundamento clínico- puede constituir una extrema situación de riesgo para la identidad personal, un riesgo cuyas consecuencias tal vez sean irreversibles. De suceder esto, se destruiría buena parte del actual tejido social y se incrementaría la confusión en las relaciones interpersonales, que dejarían paso a actitudes paranoicas de recelo y total desconfianza.

 

Doctor García Olmo, Jefe de Unidad de Terapia Celular de la Paz (Madrid)

“Financiar la transexualidad atenta contra la justicia social”

¿Qué opina del debate que se ha creado sobre la transexualidad?

Es un debate complicado. Una cosa es el sexo cromosómico, y que es imposible de cambiar pues la dotación genética la tienen todas las células de la persona. Otra cosa es la expresión genómica, es decir una persona puede tener un sexo cromosómico varón y tener un fenotipo (la expresión sexual externa) más cercano al de la mujer. Y esto puede ocurrir naturalmente. Y también hay que hablar del sexo psicológico.

Desde el punto de vista técnico, hay muchos problemas cuando un niño nace con poca diferenciación sexual. Cuando esto ocurre –y no ocurre de una manera clara, pues el hemafrodita verdadero no se da en la especia humana porque nace con un pene muy pequeño o una pseudovagina, normalmente se suele asignar el sexo femenino. Pero no olvidemos que estos casos se dan muy pocos. Estas situaciones se han llevado con mucha discreción y pudor en las familias que lo han padecido.

Cuestión distinta es la situación actual, en que hombres y mujeres bien formados y diferenciados desde el punto de vista físico que deciden que ellos se sienten mejor siendo del otro sexo y acuden al cirujano para intentar cambiar su aspecto externo.

¿Es posible que un hombre se convierta en mujer, desde un punto de vista quirúrgico y pueda concebir?

El cambio de aspecto de hembra a varón es extraordinariamente complicado, pero se puede hacer algo. El que más se hace es el del varón que quiere tener un aspecto externo de mujer. Para ello se usan hormonas femeninas, se le aplican prótesis mamarias, en las caderas, se extirpan los genitales masculinos y se crea una pequeña neovagina. Esta última operación es complicadísima y de un costo muy grande. Todo esto con el objeto de que tengan una apariencia femenina. Lo que es imposible es la posibilidad de crear un útero y unos ovarios capaces de crear ovocitos. Esto imposible a no ser que estuviéramos hablando de un caso clínico de falta de diferenciación, que antes aludíamos.

De lo que se trata en los medios de comunicación no son de estos casos clínicos; sino sujetos perfectamente constituidos, que deciden por cuestiones psicológicas tener el otro aspecto.

¿La medicina pública debe pagar esto? ¿Estamos hablando de una terapia?

Depende de donde pongamos el concepto de enfermedad. ¿Consideramos una enfermedad y una grave tara para el paciente el hecho de que se sienta mujer y tenga un fenotipo masculino? Pero teniendo en cuenta la lista de enfermedades que no cubre la Seguridad Social, como el dentista, y teniendo en cuenta el precio de estas intervenciones, se trataría de un problema de justicia social. Lo que pasa es que la opinión pública desconoce lo que vale un programa de transexualidad, que puede acercarse bastante a lo que cuesta un programa de trasplantes.